Enrique Miguel Rodríguez

Entre herencias y cuadros

La Razón
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Así están los Alba, aunque en realidad así está el actual titular del título y todos los que lo acompañan –exceptuando los que la fallecida duquesa Cayetana cedió en vida a sus hijos–. «La Casa de Alba somos yo y mis hijos», incontestable. En días pasados los asuntos de familia han tenido gran cobertura en todos los medios. Primero fue el fin del contencioso entre el duque viudo –título que nadie puede hurtarle– y la Casa de Alba por el reparto de algunos bienes que no estaban en el reparto general que la duquesa realizó en vida antes de su boda con Alfonso Díez para evitar recelos por parte de sus hijos. Se ha escrito y hablado mucho. Que si tres millones de euros, que si un millón y una pensión, que si dos millones y un cuadro. Les voy a contar lo cierto en todo este enredo. De sobra conocen mi cercanía al viudo y a su mas íntimo entorno sevillano que, si fuese una peña, llevaría por nombre «el equipo médico habitual». En primer lugar no ha surgido ningún contencioso porque Alfonso, desde el primer momento en que su relación con Cayetana dejó de ser amistosa y se convirtió en noviazgo, renunció a cualquier derecho que tras su boda le pudiese pertenecer. Se pudo acoger a la regulación hereditaria que el anterior duque consorte dejó legalizada, pero no lo hizo aunque muchos dudaran de tanto desinterés económico. Al quedarse viudo, el entonces duque de Huéscar y Alfonso deciden que, sin prisas y sin ningún tipo de reclamación, se pondrán de acuerdo en la compensación sobre los antes citados bienes. Así ha sido. Pasado poco más de un año, el acuerdo es que el duque viudo recibirá una pensión vitalicia de 3.000 euros mensuales, al tiempo que recibe una serie de objetos, prácticamente los regalos que Alfonso le hizo a la duquesa en sus años de matrimonio. Recuerdo un reloj de oro amarillo y orla de platino y brillantes de los años 40 o el regalo del último cumpleaños. Me lo enseñó el entonces duque consorte el mismo día , una pareja de figuras exquisitas de plata vermeil. No hay más herencia. La casa de Sanlúcar era el regalo de boda y me consta que la novia quería que se hubiese pagado con el adelanto que el Grupo Planeta le había pagado por los dos libros autobiográficos, pero la administración de la casa decidió pagar a través de una hipoteca. Otro habría montado un número legal y mediático para sacar hasta lo imposible, pero a veces la verdad pone a las personas en su sitio. Con su actuación, Alfonso Díez, duque viudo de Alba, ha dejado claro que en su matrimonio con la duquesa no había gato encerrado, que solo lo guiaba su admiración. Liz Taylor y su esposa han sido y son sus grandes mitos. Su respeto y su cariño, la suma de todo esto se llama amor.