Restringido
Entre la silla vacía y el debate equivocado
Esta vez lo de los debates electorales es más complicado que en anteriores ocasiones. Parecían más razonables y convenientes cuando había dos grandes fuerzas en pugna. Los debates con muchos actores acaban en guirigay y en una mayor confusión. Aburren al personal. Sobre todo si en vez de defender un programa lo que se pretende es descalificar al adversario. En esta ocasión han surgido dos nuevos partidos sin experiencia de gobierno ni representación parlamentaria todavía que exigen debatir con el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en igualdad de condiciones y dejando fuera de la mesa a otras fuerzas minoritarias que sí se han ganado la presencia en el Parlamento.
Su argumento principal es el respaldo popular que, con notables variaciones y altibajos, apuntan las encuestas. Hacen bien en pedir esta confrontación pública con los ya consagrados por las urnas. Además, el presidente Rajoy ya les ha dado carta de naturaleza recibiéndolos oficialmente. No tienen nada que perder y mucho que ganar. Tanto Podemos como Ciudadanos piensan utilizarlo como propaganda electoral pura y dura. Es comprensible que populares y socialistas se resistan a regalarles, antes de tiempo, ese reconocimiento público y esa baza propagandística gratuita. También por respeto a los electores, que aún no se han manifestado con la papeleta.
Pedro Sánchez, sin embargo, que se apunta a un bombardeo y que tiene poco que perder, lo mismo que sus dos contertulios, ha aceptado, entre otras razones porque el periódico que organiza esta primera experiencia digital es un medio amigo, escasamente neutral.
Lo cierto es que tanto Rajoy como Sánchez han debatido en numerosas ocasiones en el Parlamento, más o menos a cara de perro, sobre sus programas y sobre política general. Estamos cansados de oírlos. Es allí donde encuentran su marco más adecuado los grandes debates políticos en una democracia parlamentaria. Por cierto, en los últimos mano a mano el presidente del Gobierno, según opinión general, ha salido claro vencedor. Por eso, resulta impertinente y un tanto infantil acusar en este caso a Rajoy, gallego y perro viejo, de esconderse y rehuir un debate que se pretende realizar en un determinado formato, un marco y un medio que él considera seguramente poco favorables, cuando no hostiles.
Dicho esto, la idea del debate digital es buena y cuanto más diálogo político, sin trampa ni cartón, mejor. Son los nuevos, recién nacidos en los platós de televisión, de donde no salen estos días, los que tienen más necesidad de darse a conocer y explicar en serio lo que pretenden. A los otros ya los conocemos. Tan malo es dejar la silla vacía como acudir a un debate equivocado.
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