Pilar Ferrer
Entre «patas negras» y «descafeinados»
El salón de tapices del Palacio de La Moncloa estaba abarrotado. Bajo la inteligente batuta de Carmen Martínez Castro, una excelente profesional curtida en mil batallas informativas, numerosos periodistas acudían a la copa navideña del presidente. La secretaria de Estado de Comunicación es una de las personas de mayor confianza de Rajoy. Tiene las cualidades que le gustan: astucia, olfato, habla lo necesario y conoce al personal mediático como nadie. Junto a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y al jefe de Gabinete, Jorge Moragas, ese catalán políglota, listo y avispado, conforman el «núcleo duro» presidencial. Carmen y Moragas trabajan con Rajoy desde los años difíciles en Génova 13, y Soraya en las complejas tareas del Grupo Parlamentario. Los tres demostraron en momentos, a veces despiadados, una lealtad inquebrantable. Y ahora, en Moncloa les definen como la verdadera «troika» del jefe del Ejecutivo.
Conocido es el carácter del líder gallego. Hombre que huye de los conflictos como el agua del aceite, discreto, reservado, observa mucho, a veces desquicia al adversario por su «flema» galaica y aborrece dos cosas: las intrigas y que le marquen los tiempos. Perfiles estos que siempre ha buscado en sus colaboradores. «Tiene retranca, es sosegado, almacena información y nunca olvida los detalles». La frase es de alguien que lleva muchos años en su círculo interior, en el que, al margen de su esposa Elvira, se integran también su fiel secretaria Ketty y el director de la Oficina Económica, Álvaro Nadal. Un «sorayo» puro que trabajó con la vicepresidenta en el Congreso, junto a otros dos ministros «de verdad»: Cristóbal Montoro y Fátima Báñez.
Porque en el actual Gobierno existen miembros con vitola de «autóritas», y otros que no la tienen tanto y se quedan sólo con la «potestas». Entre los primeros están Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Pastor, Jorge Fernández, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez. La vicepresidenta es figura indiscutible en la coordinación del Gobierno y no hay documento que no pase por ella. Conoció a Rajoy en su etapa de ministro de Interior, a través de un gallego ya fallecido, Paco Villar. Íntimo amigo de Mariano, la recomendó como abogada del Estado y, desde entonces, siempre ha trabajado con él. Se convirtió en el azote del Gobierno socialista en el Congreso, donde forjó un equipo preparado para el poder. A la figura de Montoro, un veterano del partido, se unieron Fátima Báñez, Álvaro Nadal, Jaime García-Legaz, Tomás Burgos y José María Lasalle. Los tres últimos ocupan hoy secretarías de Estado claves, como Comercio, Seguridad Social y Cultura.
Jorge Fernández y Ana Pastor eran muy amigos de Rajoy y con él trabajaron en Administraciones Públicas e Interior. De Jorge, el presidente siempre decía que era «un buenazo, un tipo serio». Su designación como ministro de Interior fue un acierto: un catalán ante la bandera de España y las Fuerzas de Seguridad. Le ha tocado lidiar con temas complejos, pero siempre ha antepuesto la fuerza de la ley y el respaldo a las víctimas. Hacia Ana Pastor, el jefe tiene enorme admiración. Es una incansable trabajadora, preparada, que ha dejado un estupendo cartel allí por donde ha pasado. Nadie duda que ha sido la mejor ministra de Sanidad de este país.
En el equipo económico hay un «pata negra» auténtico, Cristóbal Montoro, curtido en los gobiernos de Aznar y con una cualidad: dice lo que piensa y es insobornable. Pese a su fama de duro y de «Pepito Grillo» del Gobierno, es un hombre afable y simpático. «A mí, que me registren», comenta con sorna ante las críticas.
La cartera de Empleo era la más difícil en un país con alarmantes cifras de paro. Fátima Báñez había realizado un trabajo magnífico en el Congreso con Soraya y Montoro, por lo que Rajoy pensó en ella sin dudarlo. La andaluza trabaja de sol a sol, hasta agotar al personal de su ministerio. Aún con lo complicado de su tarea, se ha ganado el respeto de los agentes sociales y su reforma laboral, la gran apuesta de Rajoy, empieza a dar frutos. En este grupo de ministros con peso está también Miguel Arias Cañete, a quien le llaman «el panzer» por su claridad de palabra y experiencia en temas agrícolas y pesqueros. Es también uno de los cercanos al presidente.
Otros ministros integran lo que algunos denominan el equipo «descafeinado»: son buenos gestores, pero mandan menos. Aquí están el titular de Economía, Luis de Guindos, un buen profesional con escasa experiencia política pero que hace un excelente papel en Europa, donde su fluidez en los idiomas y su «savoir-faire» le han granjeado el respeto de todos. Ana Mato, ministra de Sanidad, una histórica del PP, que realiza una correcta gestión a pesar de la escasez de competencias. El de Defensa, Pedro Morenés, un perfecto caballero, todo un señor de las Fuerzas Armadas. Y José Manuel García-Margallo, en Exteriores, a quien su experiencia en el Parlamento Europeo y conocimiento de lenguas llevaron a ser el jefe de la diplomacia española.
Mención aparte merece Alberto Ruiz-Gallardón, el llamado «verso suelto», eterno delfín en el PP. Muchos no entendieron por qué Rajoy le llevó al Ministerio de Justicia, pero lo cierto es que ha acometido reformas importantes en un sector complicado como es la Judicatura. Su último proyecto sobre el aborto demuestra que sigue mandando y no deja indiferente a nadie. Criticado y admirado, sus compañeros de partido le definen como «listo y nunca quietecito». Con fama de conspirador, hoy sigue teniendo la confianza de Rajoy, aunque a muchos les pese.
José Manuel Soria y José Ignacio Wert son casos aparte. El primero trabó amistad con Rajoy en su etapa como alcalde de Las Palmas. Cuando el padre de Mariano quedó viudo, pasaba largas temporadas en Gran Canaria. Su llegada a Industria, Turismo y Energía fue cuestionada, dado el volumen del departamento. El «tarifazo» y su enfrentamiento con las eléctricas le ha dejado muy tocado. En palabras de un veterano del partido, «electrocutado». Nunca mejor dicho. En cuanto a Wert, procede como Margallo del sector democristiano de UCD, aunque nunca militó en el PP. Inteligente y provocador, sus reformas han sido valientes pero es algo cuestionado.
Dos años después, el Gobierno de Rajoy es un equipo compacto, por encima de cualquier intriga, entregado a la gestión, a sus reformas, y con indiscutible lealtad al presidente. Entre ministros con evidente autoridad, y otros más híbridos. Durante la cena navideña, varios ministros bromeaban sobre si el presidente soltaría prenda de su futuro, ante las próximas europeas. Pincharon en hueso. Como dice uno que le conoce muy bien: es el hombre perfecto para cualquier conjetura, porque no habla. Se dedica a trabajar, sin rumores, botarates y demás gaitas. Que de la gallega, Rajoy sí sabe mucho.
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