Luis del Val
Entusiasmo de converso
Hace muchos años conocí a Jorge Verstrynge y me pareció un ciudadano simpático y cortés. Estaba casado con una mujer tan inteligente como guapa, pero creo que cambió de esposa, cosa nada extraña en un hombre que ha cambiado tanto. Pasar del nazismo al marxismo, simpatizar con personajes tan oscuros como Mahmud Ahmadineyad , que antes de presidente de Irán ejerció labores de secuestrador, o Hugo Chavez, y sostener la superioridad de la cultura islámica sobre la occidental, a la vez que observa con simpatía el terrorismo islamista, al que denomina «guerra asimétrica», es un salto que suscita una admiración que viene de antes, de la lectura de su biografía, donde confiesa que ya era marxista, cuando ejercía de hombre de confianza de Manuel Fraga y ostentaba el cargo de secretario general de Alianza Popular.
¡Dios mío –y pido perdón porque un marxista no cree en Dios– lo que tuvo que sufrir este hombre, escondiendo su marxismo en aquel partido que estaba a la derecha del actual Partido Popular! ¡Y con qué maestría guardaba su secreto, porque a una voz de Fraga acudía con devoción y obediencia, casi genuflexo, a escuchar sus órdenes, y con qué entusiasmo hablaba bien de su jefe a los periodistas, entre los que yo me encontraba!
No soy capaz de imaginar tanto sufrimiento, tanta contradicción, a no ser que nos remontemos a la ficción de «Un yanqui en la corte del rey Arturo», novela de Mark Twain que no habrá leído nuestro admirado personaje, puesto que detesta todo lo estadounidense.
No sé si suscita más admiración o más lástima y piedad, porque ha tenido que ser terrible para él ser hijo de un padre nazi, simpatizar con los neonazis franceses, evolucionar hacia la derecha democrática y, luego, sentir la poderosa luz del marxismo, y tener que hablar mal de su padre –como hace en su biografía– y de Manuel Fraga, que fue quien lo rescató del anonimato de alumno suyo a brillante colaborador. ¡Qué entereza hay que tener para hablar mal en público de quienes te han dado la vida biológica y la política! Hace falta un gran descaro, y, a la vez, mucho convencimiento para aparecer como un infame renegado, aunque me imagino que ser fiel a la luz del marxismo conlleva estos pesares.
Últimamente, nuestro admirado personaje se ha unido a las huestes de los acosadores de domicilios, con lo que después de tan largo viaje ideológico y vital, casi podríamos decir que se cierra el círculo. Su admiración por Ahmadineyad le acerca a su pasado, puesto que el presidente de Irán niega el holocausto judío y afirma que no existen pruebas de este, tal como sostenían los nazis; y los acosos personales a los domicilios emparentan con la idea de la extorsión que practicaron las juventudes hitlerianas.
El entusiasmo del converso es siempre tan intenso que, en su arrebato y exaltación, puede llegar al punto de partida, y las ejecuciones públicas de adolescentes homosexuales permitidas por el presidente de Irán no tienen nada que envidiar a aquellas persecuciones de judíos, comunistas, homosexuales y gitanos. ¡Tanto viaje para llegar otra vez a creer que los fines justifican los medios!
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