Alfonso Merlos

Éramos pocos...

¡y parió el socialismo vasco! Con lo mejor de lo mejor. O sea, con lo que ha dado de sí en los últimos años. Ya se sabe: la negociación política de tú a tú con la organización terrorista ETA y un pacto noble de salida pero enteramente traicionado con el PP de Basagoiti. Ésos son los mimbres del camarada López. ¿O hay otros dignos de reseñar y admirar?

Pero no es lo peor que se proponga entrar en lo más alto de la política para regenerarla un señor que jamás en su vida ha destacado en la empresa privada. Lo más patético es que el PSOE esté barajando una serie de cartas, haciendo quinielas por aquí y por allá, moviéndose en el cuchicheo nominalista sin que se atisbe nada serio ni rocoso de fondo. ¿O alguien lo intuye o lo ha definido?

¿Dónde está el proyecto? ¿Aspira la izquierda a vertebrar España o considera que la unidad nacional es perfectamente negociable? ¿Qué diferencias categóricas o medianamente sustanciales habría entre el plan de López respecto del que desarrolló trágicamente Zapatero y continuó a rastras el amigo Rubalcaba?

Dado el actual estado del principal partido de la oposición, cualquiera con dos dedos de frente ve que para este viaje no hacen falta alforjas. Claro, salvo que Patxi esté jugando al enredo, al despiste, y no sea más que un peón movido convenientemente por un personaje mayor que de un momento a otro saltará a la palestra, el que sería en términos judiciales y criminalísticos «el hombre de atrás». Aunque, bien pensado, ¿dónde habitan hoy las figuras señeras entre los tataranietos de Pablo Iglesias?