Martín Prieto

España desastrada

Bernard Shaw y sir Arthur Conan Doyle en una noche de «puré de guisantes» tropezaron al doblar una esquina londinense. Doyle dio un grito y Shaw, alto, feísimo, esqueletizado, preguntó: «¿Qué pasa?»./ «Nada. Por un momento creí que el hambre cundía en Londres». No sé si en España cunde el hambre pero si un observador extranjero sólo atendiera a las arengas de nuestros variopintos comunistas y a algunos debates televisados estimaría que sí, que hemos regresado a los años hambrientos de la autarquía y las cartillas de racionamiento. Lo único que nos acompaña en el tránsito es un papel: el acta de defunción. No conozco médico alguno que tenga remota noticia de un certificado mortuorio por inanición en España. Habrá desnutrición, sobretodo malnutrición, pero defunción por hambre parece extravagante. Sin embargo, los profetas del paraíso que prometen se refieren a esta España desastrada como si fuera Sudán del Sur y necesitáramos ayuda internacional humanitaria. Los 17 partidos, más la extrema derecha, que gobiernan Grecia han suspendido los desahucios y ningún alma compasiva lo reprochará. Pero los lanzamientos volverán a los helenos a menos que inventen otra cosa sobre la habitabilidad por propiedad o renta. Siempre ha habido desahucios en España pero estaban en el paisaje y eran tan lentos que lo único bueno que hizo la ministra socialista de la Vivienda Carmen Chacón fue acelerarlos, sin que alguien osara hacerle un modesto escrache. Es ominoso el ruido de rasgado de vestiduras por los jóvenes universitarios expatriados. ¿Los han contado en las inexistentes fronteras o en la cola de embarque de Barajas? ¿En los consulados? ¿De dónde sacan ese dato? ¿Considerarán expatriados a Erasmus y turistas? Para trepar la cucaña populista España tiene que ser presentada como harapo, como desastre terminal. Un cura encendido por la salvación de las almas aterraba a su parroquia con horribles descripciones infernales. Se levantó un feligrés: «Padre, si hay que ir al infierno se va; pero no nos acojone».