José María Marco

Españoles en Afganistán

Según una frase célebre en el mundillo de la defensa, «los aficionados hablan de tácticas, mientras que los profesionales hablamos de logística». Eso no quiere decir que los grandes militares sobren. Bonaparte, sin ir más lejos, estaba obsesionado por el calzado de sus soldados... A los 1.287 españoles desplegados en Afganistán les ha llegado el momento de centrarse otra vez en las cuestiones logísticas e iniciar la complicada misión de replegarse y regresar a España. El Ejército español, como miembro de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, establecida por la ONU y al mando de la OTAN), lleva en Afganistán más de trece años, desde el 25 de enero de 2002, cuando 344 españoles se desplegaron en Kabul. Desde entonces han pasado por allí cerca de 25.000 compatriotas, con una misión que ha ido evolucionando. Entonces se trataba de estabilizar la situación después del derrocamiento de los talibanes. Desde julio de 2011, se trata de asegurar el traspaso de la seguridad a las fuerzas del Gobierno, en lo que a nosotros nos concierne en la provincia de Herat, al noroeste del país. Los españoles han cumplido la misión encomendada. Con sus cien bajas (62 en el accidente del Yak 42), el Ejército español ha realizado una labor ejemplar para asegurar el territorio, construir infraestructuras, proporcionar ayuda y adiestrar a los miembros del Ejército y las Fuerzas de Seguridad afganas (más de 350.000 efectivos). Frente a un enemigo fanatizado, nuestros soldados han demostrado su profesionalidad y su valía. Han dejado claro que están entre los mejores del mundo. Nadie lo pone en discusión.

Otra cosa es que esta realidad quede algo empañada por el resultado de la guerra en Afganistán, sobre todo dada la afición española a destrozar los propios méritos y despreciar las oportunidades y las ventajas. Algunos datos, como el aumento de víctimas civiles en 2013, no son alentadores y parecen confirmar el análisis de quienes piensan que la retirada de la ISAF responde más a una apuesta política de la administración Obama que a una auténtica victoria. Es posible, por tanto, que la guerra no se haya ganado... aunque tampoco se ha perdido. Los talibanes no están del todo desmantelados, pero en la actual situación, no pueden derrotar al Gobierno legítimo: una situación característica de un enfrentamiento con un enemigo terrorista. Nada de todo esto empaña el comportamiento de nuestras tropas, de las que podemos estar orgullosos y que se enfrentan ahora a un momento delicado que requiere el apoyo explícito de todos.