Pedro Alberto Cruz Sánchez

Ficción de cine

No se trata de cine de ficción, sino de la ficción de un cine que desgraciadamente no es el que tenemos. Los buenos resultados que el cine español ha cosechado durante el recién finalizado 2012, con una cuota de pantalla superior a la de los últimos 15 años, han hecho que algunos se hayan atrevido a hablar de una renovación de confianza por parte del público en las producciones nacionales. Gran error. Lo sucedido esta última anualidad no ha sido sino la repetición exacta, al milímetro, del conjunto de males estructurales que viene arrastrando el cine español durante el último cuarto de siglo: la sustitución de la realidad industrial por la ficción de unos pocos nombres con evidente tirón entre el público, y sobre los cuales recae la desquiciante responsabilidad de sostener su éxito de taquilla.

Ciertamente, desde los 90, el cine español se ha mantenido a flote gracias a la pujanza de directores como Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Santiago Segura o Juan Antonio Bayona. Muy pocos, si se atiende a la necesidad que tiene nuestra cinematografía de estabilizar un mínimo tejido industrial que permita su definitivo despegue. Y menos todavía si lo que se pretende es que la consolidación de dicho entramado industrial se traduzca en la delimitación de un rico y denso territorio creativo, singularizado por la variedad y pluralidad de propuestas. La industria no es una excepción o un accidente, sino un marco de producción expuesto a las mínimas contingencias posibles. Huelga decir que, en el caso del cine español, su mayor o menor cuota de pantalla depende no tanto de la aceptación de una multitudinaria «clase media» que hubiera arraigado con sus propuestas entre las preferencias del público cuanto del «ángel» o estado de inspiración de los cuatro directores estrella de turno. No nos engañamos: el cine español son ellos y alguna sorpresa más, tan efectiva como fugaz. El grupo restante está condenado por ahora a la marginalidad y a una fragilidad económica tan extrema que su devenir consiste en estar lindando permanentemente con la invisibilidad, con su desaparición de facto. Nunca se podrá hablar de «ejercicio exitoso» del cine español mientras que el pretendido aumento de cuota de pantalla recaiga sobre un par de títulos de impacto. O se ganan más prescriptores de garantías o el desmoronamiento será de los que hagan época.