Carlos Rodríguez Braun

Funcionariado liberal

Muchos liberales hemos sacado oposiciones. Una vieja crítica de nuestros adversarios subraya la contradicción aparente en dicha propensión. En efecto, ¿por qué van a cobrar del Estado quienes le son hostiles?

Ante eso caben varias líneas de defensa, como por ejemplo recordar que el funcionariado es una institución liberal, y surge con ímpetu en el siglo XIX precisamente para acabar con el monopolio de la aristocracia en los cargos públicos, y establecer un sistema abierto, competitivo y meritocrático para acceder a ellos. He explorado en otra parte este argumento y otros (véase «Estado y lealtad», aquí: http://goo.gl/NLMFb4).

Hoy me ocuparé sólo de una dimensión que habitualmente no es subrayada: el funcionariado liberal no sólo está justificado, es permisible y no resulta incoherente, sino que además es plausible, en el sentido de que promueve la causa de la libertad. En primer lugar, porque evita que las administraciones públicas estén pobladas exclusivamente por «socialistas de todos los partidos», como dijo Hayek. Cuantos más liberales haya entre los funcionarios, menos facilidades encontrarán las tres categorías de personas más proclives a propiciar la expansión de la coacción política y legislativa: los políticos, los burócratas y los grupos de presión que pretenden medrar gracias a la intervención.

Y en segundo lugar, porque es más difícil que el Estado nos neutralice totalmente si estamos, por así decirlo, mezclados entre sus propias filas.