Iñaki Zaragüeta
Hacia la irracionalidad
«El Gobierno central tiene que dialogar con Cataluña, arreglar definitivamente a nuestra autonomía el asunto de la financiación y, en el plazo máximo de dos años, facilitar la convocatoria del referéndum». Son las palabras que escuché asombrado de un catalán de clase más bien alta, con responsabilidades públicas en la sociedad civil y que no desea la independencia de Cataluña, decidido a votar que «no» al separatismo.
Le dije: «¿Apoyas un diálogo en el que se impone absolutamente las tesis de una de las partes, que incluye actuar contra la Constitución y las leyes? Ese listón está tan alto que es imposible para el Estado de derecho franquearlo. Como se trata de una postura inaceptable, ¿cuál es el final? Los tanques, me espeta con rapidez. Cataluña está acostumbrada a las barricadas y a los motines callejeros». Aluciné, incrédulo.
Contesté: «Estáis enfermos. Comprendo a quienes defienden el referéndum para votar la independencia, pero no que lo pidáis quienes estáis en contra, menos aún vuestro silencio. ¿Exigir o reivindicar un plebiscito para votar negativamente? ¿Estás a favor del cumplimiento de las leyes y, a la vez, amparar a quienes las vulneran? Parece contradictorio. Tendrán que requerirlo los separatistas, no tú y los millones como tú. Incomprensible».
La nueva imagen del concejal cupero en Vic, Joan Coma, demuestra una vez más la irracionalidad de la desobediencia de las leyes y el empecinamiento de los dirigentes independentistas que le acompañaron en su viaje a los tribunales. Un recorrido que conduce a ninguna parte mientras la fuerza esté del lado de la democracia, de la Constitución. Deberían convencerse de que el Estado de derecho no puede ni va a renunciar a ninguna de las dos. Así es la vida.
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