Manuel Coma
Hacia una tercera república alemana
El tema número uno, dos y tres en las elecciones regionales alemanas de ayer era «refugiados». Inmediatamente después, y en estrecha conexión, viene «populismos». Pero la gran cuestión que subyace a las consultas en tres de los diecisete länder es si nos introduce en una nueva era en el país y, por su influencia y la envergadura de los temas, en la Unión Europea. La respuesta más probable a tenor de los resultados es sí.
En una nueva era estamos en España y el trumpismo ha situado a Estados Unidos, nada menos, en una tesitura similar, de momento en el plano electoral, veremos si en una conmoción profunda en su sistema de partidos y, finalmente, en la magistratura más poderosa del mundo, la Presidencia de una nación indispensable. Por si fuera poco y pocas las crisis que nos sacuden y los cambios que nos acechan, no necesariamente, ni mucho menos, para bien, ahora también Europa y su nación indispensable, tanto en estructuras políticas y equilibrios de poder como en principios en los que todo se basa o debería hacerlo.
La oleada de buscadores de asilo, 1.3 millones el año pasado, 563.000 en 2014, sirios casi el 30% del total, se espera que arrecie a partir de la llegada de la primavera. Turquía, el pequeño Líbano, la frágil Jordania soportan presiones muchos mayores en proporción y en cifras absolutas, pero Europa lo considera absolutamente inasumible. Un botón de muestra: el Papa Francisco sugirió que cada parroquia se haga cargo de una familia, ¿alguien conoce algún caso?
Lo que los países mejor dispuestos admiten son migajas. Los que sirven de punto de arribada o tránsito, Grecia ante todo, están abrumados por sus propios problemas. Austria se ha negado de plano y ha encabezado la resistencia. Los miembros más recientes de la Unión, los orientales, también. ¡Para que luego hablen del irresistible poderío alemán! Merkel quiso ser generosa, atenerse a los principios –los refugiados, que escapan de guerras o persecuciones, tienen derecho a ser acogidos–, abrió su país y trató de conseguir las mismas actitudes en sus socios y elaborar una política unificada. Consiguió muy poco en el plano general y el problema se le vino encima en el doméstico. Fue seguida al principio por sus compatriotas pero el rechazo no ha dejado de crecer, conmoviendo las bases de los partidos del sistema y alimentando los nuevos populismos antiextranjeros, llegando a la xenofobia, y especialmente contrarios al influjo de ciudadanos islámicos, llegando a la islamofobia. Los sucesos de fin de año en Colonia y otras ciudades alemanas hicieron estallar la crisis.
Las tres elecciones confirmaron el clima de ascenso de AfD (Alternativa para Alemania) y Pegida (Europeos Patriotas contra la Islamización de Occidente) y descenso de la intención de voto democristiano y socialdemócrata.
En pocos meses habrá elecciones en el resto de las regiones federadas. Ya se habla de una posible tercera república (después de la efímera de Weimar, en el período de entreguerras y la actual). La crisis afecta de manera muy personal a Angela Merkel, su posición, su imagen, inquieta y divide profundamente a los alemanes y socava el papel de Alemania en Europa.
A la desesperada, Merkel ha forzado en Bruselas un acuerdo con Turquía sobre los refugiados que hace concesiones hasta ahora impensables y de largo alcance al cada vez más autoritario Érdogan, al tiempo que mantienen oficialmente abiertas las puertas de Alemania con tal de que los países de entrada no admitan a un solo inmigrante más. La cuadratura del círculo.
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