Ely del Valle
Hipocresía
Mucho se está hablado últimamente de las personas que asaltan las vallas fronterizas de Melilla y Ceuta en un intento desesperado por llegar a una Europa que en teoría les va a brindar la oportunidad de una vida mejor. Hasta ahí, vale. Ahora bien, llamemos a las cosas por su nombre. Independientemente de que seamos comprensivos con las circunstancias que hacen que alguien intente huir de la miseria propiciada por unos gobernantes indignos más preocupados por llenarse los bolsillos que por velar por el interés de su pueblo, quienes se introducen en un país de forma ilegal, enfrentándose de forma agresiva a las autoridades encargadas de controlar y vigilar esos límites, no son inmigrantes sino delincuentes. Las fronteras están para ser respetadas y de ello depende la seguridad y la soberanía de cualquier país, y desde esa premisa pasársela por el forro sin permiso supone una agresión a la soberanía intolerable. Si en vez de negros subsaharianos, los que las asaltan fuesen blancos procedentes de cualquier país no africano, nadie cuestionaría la necesidad de establecer una defensa que, al fin y al cabo, es la de todos y cada uno de los ciudadanos. Si creemos verdaderamente que hay que dejar que cualquiera que sea capaz de eludir las vallas tiene carta blanca para hacerlo, eliminémoslas y dejémonos de tonterías. Lo que me parece un ejercicio de cinismo intolerable es que critiquemos a quienes tienen la misión de defender los límites territoriales por cumplir con su deber, y sin embargo, nos pongamos de parte de quienes se saltan las leyes a la torera por el único motivo de que son negros y pobres. Si hemos establecido normas son para todos, independientemente de su raza y condición, y si no, rompamos la baraja. Lo demás no deja de ser un ejercicio de hipocresía, le duela a quien le duela.
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