José Luis Requero
Identidades
Estudié en un colegio de dominicos y entre aquellos religiosos proliferaban los de origen vasco; además pasaba los veranos en Guipúzcoa, en Guetaria, pueblo que por aquellos años era muy frecuentado por sacerdotes y religiosos, que iban a descansar unos días; todos ellos eran vascos. Y es que el País Vasco ha sido una tierra tradicionalmente pródiga en vocaciones sacerdotales y religiosas.
Por eso duele que en una tierra que tanto ha aportado a la Iglesia, la Diputación de Guipúzcoa –gobernada por abertzales– promocione una exposición en la que se la amenaza y agrede con eslóganes como, entre otros, ese de que la Iglesia que mejor ilumina es la que arde. ¿Cómo se ha llegado a esto y a que se rechace la petición del obispo de San Sebastián para que se retire? Es un ejemplo de la degeneración a la que lleva nacionalismo, una muestra de su efecto paganizante, por eso es triste que a tal paganización hayan colaborado durante años no pocos sacerdotes y religiosos vascos.
El recibimiento hostil que en 2010 dio parte de su clero al actual obispo Munilla mostró la realidad de unos clérigos que habían perdido su identidad, con olvido de su condición; un clero que había dejado de hablar de Dios para hacerlo de otras deidades la nación-, eso sí, revistiendo su desvarío de un lenguaje trufado de clericalismo. Ahora este influjo del nacionalismo, como un ingrediente más de mundanización de personas consagradas, la estamos viendo en dos religiosas que han sacado una triste fama, muy presentes en la vida pública y mediática de Cataluña.
No desperdiciaré una línea del poco espacio que tengo para glosar sus andanzas y opiniones. Al margen de su nacionalismo militante, al margen de la presencia de ambas en la vida y pelea política –y ya dejo mucho al margen–, que una de ellas apele como coartada de su actitud a que está en la «sintonía» del Papa Francisco, es todo una broma; como caricatura sería comparar su pretendida inquietud por los desfavorecidos con otros ejemplos. Me basta pensar en la madre Teresa de Calcuta y lo que hace la congregación que fundó para ver que esas dos religiosas andan en las antípodas de lo que, supongo, en su día fue su vocación.
A mediados del siglo pasado cundió esa idea de la «crisis de identidad» de los sacerdotes y religiosos, y era cierto: entre otros roles seculares muchos fueron fluctuando de personas consagradas a líderes sociales o activistas políticos. Eran tiempos en los que no pocos curas querían ser como seglares al tiempo que presentaban a los seglares, como ejemplo de buen cristiano, que hiciesen cosas propias de los curas. Afortunadamente se va saliendo de tales planteamientos y vamos viendo cada vez más curas y religiosos que quieren ser coherentes con su condición. También en el vestir.
Pero esa crisis de identidad no ha sido la única porque hay otras crisis de identidad que se van acentuando: la de la familia y la del matrimonio; la del padre y la madre; la del hombre y la mujer. Tras esas pérdidas de identidad hay grandes y profundos dramas antropológicos que hacen sentir sus consecuencias. Y sin olvidar otras pérdidas de identidad, las colectivas: un ejemplo es la de Occidente respecto de sus raices, que no deja de ser sino una consecuencia de esa suma de pérdidas de identidades individuales.
Salir de todo eso va a costar, pero saldremos. De momento una de esas monjas ya tiene la advertencia de la Iglesia de que sus andanzas son incompatibles con su condición religiosa, o ahí está la labor de los actuales obispos vascos. De unos años en que los seminarios vascos eran desérticos se advierte un cambio de tendencia. Según los datos de la Conferencia Episcopal en el curso 2013-2014 en Bilbao había diez seminaristas, siete en San Sebastián y dos en Vitoria. Parecerá poco, pero viendo de dónde se viene es un milagro. O en otro orden de cosas, ahí están los dos sínodos convocados por el Papa este año sobre la familia, precisamente para reafirmar la identidad, la imagen maestra de una institución natural no apta para ventilarla en los veinte segundos de los anuncios de Coca-Cola.
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