Gaspar Rosety
Irreal decreto
El fútbol aficionado atraviesa por un momento sumamente delicado debido a diversos ataques sufridos directamente desde el Consejo Superior de Deportes y el Ministerio de Cultura. El olvido de estas situaciones, que han llevado a abandonar el fútbol base a cinco mil directivos modestos y a que dejen de recibir el dinero procedente de las quinielas para obras de construcción, reconstrucción y mejoras de instalaciones, lleva a la base del deporte a quedarse sin personas que quieran trabajar y a una lamentable ausencia de medios. Por si fuera poco, la falta de diálogo del Ministerio en aplicación de la Ley de Emprendedores, las continuas inspecciones en busca de incumplimientos a sabiendas de que no podían atenderse, han creado un malestar que llevó a efectuar paros de competiciones que afectaron a 600.000 deportistas, 30.000 equipos y más de 15.000 partidos.
A Cardenal y Wert nunca les importaron las movilizaciones de un millón de personas ni la formación. Se dedicaron al fútbol profesional con objeto de recaudar, en todo su derecho y deber, los cientos de millones que los clubes adeudan a Hacienda. Ambas cuestiones eran perfectamente compatibles, pero prefirieron entregarse a la Liga y a sus amigos productores de televisión antes que al fútbol aficionado. El Real Decreto esconde la venganza personal y la sumisión a intereses ajenos al fútbol. Amiguismo tan vergonzoso que en Moncloa hubo quien, con autoridad, se negó a firmarlo.
Expropia derechos, juega con dinero privado entre particulares e intenta fusilar a la Real Federación Española de Fútbol y a su presidente. Intervencionismo reaccionario que usurpa la firma de un presidente que presume de liberal.
Rajoy no es así. Cardenal y Wert, sí.
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