Inmigración

Juegos sin vida

La Razón
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De la ruleta rusa a la del sida: a alguien le tocará la bala, salvo que en este caso, es un virus que mata con efectos retardados. Y, mientras lo hace o no, malbaratará la vida de su portador. ¿Quién en su sano juicio psicológico querría infectarse voluntariamente de sida? ¿Por qué a alguien le importa tan poco su vida como para arriesgarse a contagiarse?, sin que ello se deba a una misión humanitaria. Despropósito vital. Pérdida del sentido de la vida. Psicológicamente, se trata de un deseo inconsciente de morir, como cuando se conduce a toda pastilla por una carretera con el pavimento mojado, o se fuma varias cajetillas al día.

Jugar a «no» contagiarse de sida participando en ruedas de intercambio sexual, sólo puede deberse a una baja autoestima que hunde el desprecio a la vida propia en la necesidad de castigarse. Algunos homosexuales tienen conflictos con su condición u opción sexual, resolviéndolo con conductas disfuncionales y peligrosas. Empero, la homosexualidad no es la causa, pues los heteros también exhiben este tipo de conductas peligrosas cuando de insatisfacción vital se trata. La desconexión espiritual, renegar de la psique propia, hace que la vida carezca de valor.

El arquetipo del «guerrero» está distorsionado: no se lucha por una causa noble, y el valor se mide por la irracionalidad del peligro al que se enfrenta. Somos una sociedad enferma. Hastiada. Carente de valores que den sentido a la existencia. Por eso, hay quien necesita de situaciones que le eleven la adrenalina y haga que su vida parezca que tiene sentido aunque sea por un instante. Si logran no infectarse, se sienten «afortunados». Lo cual les proporciona una «dosis de autoestima» para unos días hasta que les vuelva a dar el mono. Algún día, en el futuro, cuando el hastío haya dado paso a la sensatez que hay en el fondo de las crisis vitales, de poder volver atrás, la mayoría daría media vida por ello. Si bien la ironía estará en que la vida se les habrá ido en ruletas.