Francisco Nieva

Jules Renard y el diario de un hombre bueno

Siento tener que recomendar un libro y un autor que para poder apreciarlo en profundidad sea necesario conocer el idioma francés y amar a Francia como a una segunda patria espiritual. Jules Renard ha dejado huella en la mejor literatura gala, en el alma de Francia, en su forma de concebir el mundo, de raíz cartesiana, sensible y razonable, crítica y moralizante. Su libro máximo, su enseña, es el «Diario íntimo», en el cual se nos revela tal como fue, un hombre honrado, deliciosa y aun dramáticamente vulgar. Buen ciudadano, buen padre, buen marido y avispado conocedor y degustador de la vida, el arte y las letras de su tiempo. Coincidió en todo con el ideario político de Oscar Wilde y fue un buen alcalde socialista de su pueblo, aunque rechazó ser diputado para conservar su modesta libertad de opinión. Hay algo admirable y envidiable en su vida, que es la integración de su literatura en su vida real, en cómo su vida misma irradia ternura, compasión y admiración por el mundo que le rodea desde su infancia desdichada como Poil de carotte, «Pelo de zanahoria», el libro biográfico que conmovió a toda Francia, el de un niño mal amado por una madre «bigotte»; es decir, una beatona que se cree justa y juiciosa y es, en el fondo, una mala mujer. Aquel niño torturado nos relata con cierta distancia y frialdad las penalidades por las que atraviesa, hasta convertirse en el joven escritor que tanto nos cautiva por su cruda sinceridad, su anímica disección de los seres con los que trata, ya sean Edmond Rostand, Sarah Bernhardt, Marcel Schwob, Alfred Capus o gente de la calle. Tal singularidad fue lo moderno, lo frescamente nuevo para el mundillo intelectual y artístico de su tiempo. Nuestro Ramón Gómez de la Serna, adalid de todas las vanguardias, lo imitó con arduo tesón, y se diría que las obras completas de Jules Renard se completan literalmente con las de Ramón. Ciertamente, la greguería es un invento de Jules Renard. Ramón es Renard, aun en lo más íntimo, y su libro «Automoribundia» nos lo revela con la mayor precisión.

Lo más conmovedor de su estilo es el humor y la piedad. Su famoso «Diario» me parece casi un Evangelio francés. La dulce Francia brilla en sus escritos como un faro en la general oscuridad. Pensemos en cuánto nos cuesta encontrar un hombre bueno en nuestra vida cotidiana y en las letras que la retratan. Este hombre bueno es Jules Renard.