Julián Cabrera

La alarmada «casta»

La Razón
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Suele darse en los sistemas democráticos de partidos un síntoma por lo general de auténtica miopía a la hora de afrontar la verdadera dimensión, las causas y las consecuencias acarreadas por los llamados movimientos populistas. En España no hace falta sólo detenerse en la irrupción de Podemos al albur del descontento por la crisis económica y la corrupción; ya con anterioridad, y aunque en menor medida y contextos distintos, fuimos testigos de fenómenos como el de Ruiz Mateos llegando al Parlamento Europeo con sólo dos escaños, suficientes para finiquitar las posibilidades de Marcelino Oreja como más que probable sucesor de Manuel Fraga, o como Gil arrasando elección tras elección en Marbella y hasta aquel amago del supuesto banquero Conde de dar el salto a la política apoyado en glamour y dinero.

La reunión de ministros de Exteriores y Defensa de la UE en el arranque de esta semana para evaluar las consecuencias de la llegada de Trump a la Casa Blanca no es más que otro síntoma de que la institución europea va a remolque. Digámoslo todo: los que desde escaños, despachos oficiales y púlpitos mediáticos alarman sobre la posibilidad de que el presidente electo cumpla al menos parte de su programa electoral –dando tal vez por hecho que no cumplir promesas es un pecado venial propio de la política convencional– son los mismos que hacen la vista gorda ante el avance de populismos y nacionalismos. Sobran los ejemplos. En esta parte nuestra de la acera, sin ir más lejos, chocan las luces de alarma a miles de kilómetros de distancia ante la confirmación de Trump de deportar de forma más o menos masiva a inmigrantes ilegales acusados de delitos, como si aquí en Europa no estuviéramos protagonizando el más lamentable y vergonzoso espectáculo frente a la oleada de refugiados al pie de nuestras fronteras.

Golpes de pecho a posteriori, como los de esa parte de los verdes norteamericanos que dieron la espalda a Hilary pero ahora agitan las calles contra un legítimo –guste o no– resultado electoral no dejan de ser tan inútiles como dudosamente democráticos. Son también los mismos que ponen el acento en las plagas que nos reserva Trump, trufadas de anomalías jurídicas y democráticas, quienes no han dudado en lanzar toda su artillería política y mediática contra acciones legales que, apoyadas en la judicatura británica exigen la legitimidad de su Parlamento frente a la puede que arbitraria, decisión de haber llevado a referéndum el Brexit y sus nefastas consecuencias, por no hablar también aquí en nuestra Europa de situaciones en las que representantes del Estado en un territorio llaman a la insumisión contra la legalidad de ese Estado al que pertenece. Cuando por distintos motivos no se consigue evitar la llegada al poder por la vía de las urnas de los populismos en sus distintas formas, la única manera de evidenciarlos es la constatación a la larga de que una cosa es el trigo real y otra el prometido. Pregunten para más señas en un buen puñado de nuestros ayuntamientos.