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La canción del verano

La Razón
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Como el turrón por Navidad, el Madrid garantiza por lo menos un fichaje de campanillas cada verano. Y donde Florentino pone el ojo, pone los millones, siempre según la feria. Empezó con Figo, a quien siguieron Zidane, Ronaldo y Beckham; estela de un cometa deslumbrante que terminó por encumbrar a los «Galácticos». Agotadas las joyas más preciadas del fútbol internacional, las que vendían millones de camisetas, abrían puertas en cualquier mercado y hasta se pagaban la ficha con toda la riqueza que generaban –Ronaldo y Beckham–, hubo que descender algún escalón para equilibrar líneas. Y llegaron Samuel y Woodgate (2004), y en 2005 la última promesa antes de la dimisión: Sergio Ramos.

Sin necesidad de acudir a las urnas con fichajes despampanantes –Cristiano Ronaldo ya estaba atado–, esa temporada 09-10 tiró la casa por la ventana con Kaká, Alonso y Benzema como futbolistas más descollantes. Más adelante, Di María y Özil; Coentrao y Varane; Modric; Bale e Illarra; James, Kroos y Keylor, para concluir el año pasado con el fiasco de David de Gea, la guinda de un pastel elaborado con jugadores de perfil bajo: Danilo, Casemiro, Casilla y Lucas Vázquez.

Este verano falta la canción. Con 180 millones de euros en caja, incluso Neymar era asequible, pero el Barça le puso un piso... y un barco y un avión y todo lo que se puede comprar con 25 millones netos por temporada. Entonces Pogba parecía ese objetivo, con tantos pretendientes que el buen juicio aconseja retirarse de la puja, de ahí la irrupción de André Gomes, magnífico jugador del Valencia que cuesta la mitad que el francés.

A mi amigo Andy, de Lozoyuela, todo esto le importaba una higa. No le entusiasmaba el fútbol; él sólo deseaba ocuparse de Luisa, su madre, y de recuperarse de un cáncer de pulmón aparentemente dominado. No cumplirá su anhelo. Ayer nos dejó, de improviso. Hoy le lloramos; mañana seguiremos hablando de fútbol.