Transporte

La contaminación y el tráfico

La Razón
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Uno de los temas más relevantes de estas navidades han sido las medidas adoptadas por el Ayuntamiento de Madrid para combatir los niveles de contaminación en la ciudad mediante la reducción de la libre circulación por parte de los ciudadanos. Para muchos, se trata de una «carmenada» más, como califican los medios de comunicación las que consideran ocurrencias de la alcaldesa, presentándolas como decisiones de menor trascendencia.

Pero la realidad es otra muy distinta. Son muchos los ejemplos en los que las ocurrencias responden a decisiones ideológicas de la izquierda radical que buscan imponer un modelo de ciudad, de sociedad y de relaciones propio de la ideología de Podemos, con el apoyo necesario del PSOE.

Así ha ocurrido con la frivolización de las fiestas navideñas, la cabalgata de Reyes, la eliminación de los belenes, la utilización de festejos culturales para lanzar mensajes tolerantes con grupos filoterroristas o la eliminación de proyectos de desarrollo urbano estratégicos en términos de recuperación económica, modernización, empleo y riqueza para los próximos 15 años como las operaciones Campamento y Chamartín o la Plaza de España. Nada responde a una demanda ciudadana ni a un estudio técnico o económico que demuestre la inviabilidad o los efectos negativos de los mismos. Tan solo a una ideología, la misma que condenó a Madrid en los 80 a quedar relegada entre las grandes ciudades del mundo. Y, por supuesto, nada de consultar esas decisiones como comprometieron en aras de la transparencia y la participación ciudadana, no vaya a ser que las rechacen y se queden colgados de la brocha y con su ideología pulverizada.

Con la contaminación y las medidas adoptadas es lo mismo. En los últimos 20 años los gobiernos populares han construido en Madrid la red de transporte público más moderna e integrada del mundo, ejemplo para muchas grandes capitales con mayor aglomeración urbana que la nuestra. El sistema integrado de Metro, cercanías, autobuses urbanos e interurbanos y vehículos de servicio público es uno de nuestros grandes logros por su extensión, coordinación, calidad, modernidad y funcionamiento. Y eso se compatibilizó con la construcción de grandes infraestructuras de transporte, aparcamientos y ordenación del tráfico en el centro.

La aspiración de la izquierda en Madrid ha sido siempre acabar con el tráfico privado y la capacidad de los ciudadanos de optar entre el transporte público o el propio, y la contaminación es la gran excusa para ello. Basta releer el discurso de la izquierda estos años atrás para comprobarlo. La improvisación de las medidas, la falta de explicación, la adopción nocturna y no comunicada con tiempo, el endurecimiento de los niveles de contaminación exigidos, la restricción cada vez mayor del tráfico en el centro, el cierre de la Gran Vía, el encarecimiento y extensión del SER y la subida del ICV en 2017, impedir circular al 50% de los coches, responden a ello. Hacerlo en Navidad, con menos gente en Madrid, a intentar «colarlo» poco a poco.

Nadie discute que hay que reducir la contaminación, y así se ha hecho. Hoy hay más coches y menos contaminación que hace 50 años y las ciudades modernas son más limpias (menos el basurero de Madrid). Las medidas a tomar son diversas. Pero querer utilizar este tema sensible para imponer una restricción a la libre circulación de los ciudadanos y su derecho a elegir cómo quieren desplazarse es una cuestión ideológica que nada tiene que ver con la solución del problema, como acredita simplemente el hecho de que contaminen mucho más los autobuses de la EMT y no se hayan planteado que dejen de circular.