Martín Prieto

La corrupción de Pericles

La Acrópolis y el Partenón dan fe de que el siglo de Pericles (V a. de C.) fue del de oro ateniense, los cimientos de lo que significa Atenas para la civilización occidental. Lo que no se sabe con certeza es si gobernaba Aspasia, ramera hermosa e inteligente, propietaria de burdeles, que le escribía los discursos y dictaba su Gobierno. Aspasia fue acusada con justicia de corromper la sociedad ateniense pero Pericles la protegió públicamente y cambio la ley para legalizar un hijo en común. Tucídides y Sócrates se burlaban de Pericles por su sometimiento a la hetaira. El gran Fidias murió en la cárcel por haberse quedado el oro para la estatua de Atenea. Pericles declaró la guerra a Megara por robar rameras de la mancebía de Aspasia. Para finalizar adicionalmente la reconstrucción de los templos atenienses detrajo del Tesoro nueve mil talentos en uno de los desfalcos más famosos de la Historia. Pericles alcanzó la gloria por los caminos de la infamia, pero nadie niega que su siglo fue el culmen de Grecia.

Desde que se descubrió la navegación, las cucarachas son una plaga mundial, inextinguible, que sobrevivirá al ser humano tras un holocausto nuclear, pero no vamos a quemar los buques como Pericles no prescindió de la Acrópolis. Herodoto ya daba cuenta de la corrupción política que es inherente a tantos que ostentan función pública. El poder corrompe salvo a los que se resisten. Los discutibles cien años de honradez del PSOE no fueron óbice para que fueran condenados por financiación ilícita y crímenes de Estado, y no por ello echaremos a las tinieblas exteriores a nuestra socialdemocracia. Nuestra corrupción demuestra que tenemos libertad de prensa y que la Justicia es lentísima. No sabemos lo que nos pasa (Ortega) y eso es lo que nos pasa. Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia y el bubón de las corruptelas instaladas, con política, con más política.