Alfredo Semprún

La delirante conspiración que denuncia Nicolás Maduro

La delirante explicación de Nicolás Maduro sobre el origen de las revuelta venezolana incluye una conspiración internacional, naturalmente, dirigida por Washington; otra, doméstica, con sectores de su propio partido conspirando con el fascismo, y, ambas, amparadas por el gran capitalismo mundial, la Prensa imperialista y el cantante de salsa panameño, y ex ministro, Rubén Blades, que no es partidario de entonar a coro el baile de los pajaritos. Pero hay otra explicación alternativa, esclava de los hechos y de la cronología, que tiene, a nuestro juicio pequeño-burgués, algo de verosimilitud, y que el gran padre Bolívar, ese traidor a la Corona, me perdone, que me perdonará, porque no en vano buscó refugio en la hacienda de un español poco antes de morir.

Recordarán que el 6 de enero de 2014 fueron asesinados durante un asalto en una autopista de Carabobo la actriz y ex miss venezolana Mónica Spears y su marido, el irlandés Henry Thomas. El crimen sacudió la conciencia colectiva de una sociedad martirizada por el crimen y que, con mucha razón, considera que la Policía en lugar de combatir a la delincuencia, la gestiona. Durante esos días se hizo público el número de asesinatos cometidos en 2013 en Venezuela, cerca de 12.000, de creer la información oficialista –23.000, según los observadores independientes– que hacen de este país uno de los más peligrosos del mundo, muy por encima de Irak. En este ambiente de hartazgo social, en la ciudad de San Cristóbal, capital del estado de Táchira, unos individuos asaltaron sexualmente a una estudiante en el jardín botánico de la Universidad de los Andes. Era el 4 de febrero y, en principio, se trataba de un caso criminal más de los muchos que tienen que padecer los venezolanos. Pero ya les digo que el ambiente se había vuelto pesado. Táchira, en la frontera con Colombia, es un estado opositor, uno de los pocos donde barrió en las urnas Capriles a Maduro, de costumbres tradicionales, religioso y con estrechos vínculos con sus vecinos colombianos.

Tras la denuncia de la joven asaltada, sus compañeros de las tres universidades de San Cristóbal decidieron manifestarse para exigir al Gobierno que cumpliera con su deber de garantizar la seguridad ciudadana. La respuesta, por parte de la Guardia Nacional Bolivariana, fue brutal: decenas de jóvenes heridos y la detención de tres de ellos bajo graves acusaciones de alteración del orden público, incitación a la sedición y atentado a la seguridad nacional. Y estalló la indignación en San Cristóbal, cuyos vecinos comenzaron a manifestarse, con el rezo en común del santo rosario, para pedir la liberación de los detenidos.

Poco a poco, las barricadas y las piedras sustituyeron a las cuentas devotas y la revuelta se hizo dueña de las calles. Aun ayer, un batallón de paracaidistas trataba de devolver el control de San Cristóbal al Gobierno. Desde Táchira, y pese al bloqueo de las comunicaciones, se fueron extendiendo al resto de las ciudades venezolanas las protestas, impulsadas por los estudiantes. La reacción criminal de las fuerzas bolivarianas ha hecho el resto. Ya puede Maduro buscarse explicaciones. No hay más conspiración que la que él mismo representa para con sus conciudadanos, asaltados, apaleados y empobrecidos.