Política

Pilar Ferrer

La eterna cuestionada niña del PP

La eterna cuestionada niña del PP
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Con carita de inocente, cabeza fría y capacidad de trabajo, Ana Mato Adrover simboliza la imagen de una mujer que le debe todo el Partido Popular. Aún la recuerdo en su etapa en la Junta de Castilla y León, como asesora del gabinete del entonces presidente de la Junta, José María Aznar. Allí había recalado con su marido, Jesús Sepúlveda, y sobre todo, de la mano de su gran amigo, Miguel Ángel Cortés. Empezaba a forjarse el llamado «Clan de Valladolid», influyente, decisivo y muñidor de la etapa que llevaría al joven Aznar a La Moncloa. Eran tiempos de ilusión y ansias de poder en los que, incluso Ana Mato, llegó un día a remendar un dobladillo de los pantalones de Aznar, minutos antes de un mitin electoral en Valladolid. «Deja que te lo cosa, que tienes que estar espléndido», le dijo Anita a su admirado y gran líder.

Testigos de aquello fueron algunos periodistas, muy pocos entonces, un grupo de dirigentes con enorme poder en el PP, entre ellos, Carlos Aragonés, Juan José Lucas y Mercedes de la Merced. Esta última, la recia política soriana a quien la vida se llevó muy pronto y cuyas memorias habrían sido una radiografía completa del «aznarismo», le definió muy bien: «Ana tiene cara de no haber roto un plato en su vida, pero será siempre una favorita de los jefes». Así ha sido. Mato fue una pieza de absoluta confianza política de Aznar, de su mujer, Ana Botella, y de Mariano Rajoy, que la ha defendido hasta el final, pese a que muchos en el partido le pedían desde hace tiempo su cabeza. Hábil y muy disciplinada, nunca nadie se atrevió con ella. «Era muy bizcochable», decían con maldad algunos en los pasillos de Génova trece, críticos y ácidos con la figura de Mato.

Su poder en el PP no puede entenderse sin el apoyo de Aznar, pero sobre todo, de Javier Arenas. Tras la etapa de Castilla y León, el matrimonio Sepúlveda-Mato se afinca en Madrid y fraguan su poder en la organización del partido. Es entonces cuando se constituye la poderosa Secretaría de Organización, controlada por completo por Arenas. Allí se integran Juan Carlos Vera y José Antonio Bermúdez de Castro, pero sobre todo Jesús Sepúlveda y Ana Mato. Lucas se marcha a Castilla y León como presidente, y Mariano Rajoy accede a la Vicesecretaría. Allí se consolida el llamado «clan de los Genoveses», auténtico muñidor del «aznarismo» político, siempre bajo la égida de Javier Arenas, su gran protector ante todo vendaval.

La carrera de Ana Mato es ascendente. Afable y muy trabajadora, se convierte en pieza clave de las «calderas» del partido. Su marido, Jesús Sepúlveda, controla la maquinaria municipal y autonómica, y ella se apega a Rajoy en el ámbito electoral. Por su carácter tranquilo, alejado siempre del conflicto y con sonrisa en la boca, conecta muy bien con Mariano Rajoy y llega a convertirse en su mano derecha en el poderoso Comité Electoral en el año 93. «Era como un bálsamo», decían entonces algunos de sus compañeros sobre Ana Mato. En efecto, una especie de «tirita calmante» entre aquel Comité presidido por Rajoy y el que protagonizaban dos «halcones duros»: Miguel Ángel Rodríguez, el as de la comunicación, y Pedro Arriola, el «gurú» sociológico.

Sea como fuere, Ana Mato, la fiel escudera de Aznar, se granjeó la total confianza de Mariano Rajoy. Nunca creaba problemas y, encima, resolvía los que podían surgir, dicen los cuadros dirigentes de Génova. Con tesón, dulzura aparente y sonrisa impenitente, pasó por todos los puestos en el partido: fue diputada, se sentó en el Parlamento Europeo y llegó a ser ministra del Gobierno. Su calvario empezó el día de la boda de la hija de José María Aznar en El Escorial. En aquel enlace de histórico recuerdo, Ana Mato hizo el paseíllo de invitados del brazo de su marido, Jesús Sepúlveda. Estaban ya prácticamente separados, pero optaron por dar una falsa última pose. El destino quiso que, a su lado, desfilaran todos los imputados en el «caso Gürtel», nombres y sumarios que inundan la mesa del juez Pablo Ruz y que han llevado a Mato al final de su carrera política.

Nadie entendió su nombramiento como ministra de Sanidad, y mucho menos en el sector. No obstante, todos reconocen que ha sido trabajadora y que lo ha intentado. Pero el fracaso de su gestión era un clamor y su salida un cese anunciado. Con Ana Mato, cae el último eslabón del «aznarismo», pero también una persona muy cercana a Rajoy. Hace tiempo, al estallar el «caso Gürtel», muchos en el partido así lo demandaban. Ahora, ya era inevitable. Ana Mato Adrover, la hija del alférez de Navío don Ángel Mato López, apasionada del sol y las playas gaditanas, donde todos los veranos se perdía, es una página cerrada en la historia del PP. Eterna niña, dirigente y poderosa, se acabó. Pero su salida es un capítulo aún no concluso en el partido. Al tiempo.