Política

Alfonso Merlos

La farsa

La farsa
La farsalarazon

Dramático y remediable. Mañana mismo. Si el muy honorable padre postmoderno del nacionalismo catalán renunciase urgentemente a sus privilegios y sus honores y sus sueldos y sus chollos. Pero eso no va a pasar. Así que la pelota está clarísimamente en el tejado de las instituciones del Estado. Y hay que mover ficha. ¡Ya!

No hace falta que vengan las huestes de extrema izquierda o extrema derecha a subrayarlo. Es simplemente indecente que Jordi Pujol senior siga cobrando una obscena y altísima pensión vitalicia mientras admite, como si nada, que ha guardado dinero a manta en varios países extranjeros. Es algo más que denunciable. Es pornográfico. Es inaudito. Es lo que no se conoce en ninguna esquina del gran solar de la vieja Europa porque eso significaría la cárcel, el repudio para quien se ha lucrado ilícitamente engañando a un pueblo entero.

La mentira suele tener las patas muy cortas. En el caso del viejo patriarca regionalista las ha tenido largas. Pero la cosa ha terminado mal. Y lo saludable y democrático y justo es que concluya peor o mucho peor para quien ha interpretado una formidable farsa a costa de los sueños, las emociones y el bolsillo de los catalanes y el conjunto de los españoles.

Esto ni puede ni debe ni va a quedar así. En un mea culpa. En una explicación entre los calores de julio y agosto. Ni siquiera puede taparse con una comisión de investigación al uso. Lo menor es que Don Jordi se ha comportado ante su parroquia como un traidor (y lo peor de una traición es que te la hace uno de los tuyos). Lo mayor es que nos debe mucho dinero a 47 millones de compatriotas. Debe pagarlos. Y más. ¡Vamos!