José María Marco
La flor del Brexit
La decisión judicial que devuelve el Brexit al Parlamento británico devuelve también muchas cosas al sitio que les corresponden. Y eso a pesar de todo lo que han hecho las elites británicas para que ocurra lo contrario.
Efectivamente, el Brexit se consiguió en nombre de todas las sacrosantas tradiciones e identidades británicas, tan maltratadas por los eurócratas, los inmigrantes polacos o españoles y las regulaciones de unas instituciones poco o nada democráticas como las de la Unión Europea. Ahora bien, el referéndum es un instrumento político que contradice de frente la más sacrosanta de las tradiciones políticas británicas, aquella que está en el núcleo de la constitución, es decir, la naturaleza misma, de la nación inglesa. El Parlamento representa al pueblo, claro está, pero es su voz la que debe ser oída, antes por la Corona y ahora por el Gobierno. Nadie está por encima del Parlamento, ni siquiera el «pueblo» cuya titularidad representa. Para eso se hizo la Revolución Gloriosa, se le cortó la cabeza a un Rey y a punto estuvo de quedar instaurada para siempre la República inglesa.
También es verdad que quienes han convocado y jaleado el referéndum son los herederos de la aristocracia que ha convocado a sus antiguos sirvientes, ese pueblo al que se le daba un puntapié o alguna otra propina después de la caza, el té o la lectura de Horacio. Lo han hecho para que les libre de esa turba sin distinción ni forma que es Europa y la Unión Europea. Y lo que queda de la antigua mentalidad aristocrática en la sociedad británica, que es mucho, respondió después de que se le lavara el cerebro con la prensa amarilla, en parte propiedad de Rupert Murdoch.
Que Murdoch sea de origen australiano es algo más que una ironía. Estos aristócratas nostálgicos que juegan a Donald Trump se reivindican como «We, the People» para convertirse en los Padres Fundadores de la Nueva Nueva Inglaterra, independiente de unas instituciones que no la representan... Son los héroes de una lucha de clases planetaria contra las elites globales, en nombre del pueblo sencillo, auténtico y honrado. Nunca resulta fácil entender a los ingleses, y la ola nacional populista que sacude a los países desarrollados ha dado a luz, en Gran Bretaña, a una flor rara, excéntrica. Y probablemente letal para los mismos que andan cultivándola. Salvo para Murdoch, claro.
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