Toni Bolaño
«La guerra de los Rose»
En 1989, Dani DeVito dirigió «La guerra de los Rose» con Michael Douglas y Kathleen Turner. Se amaban pero llegó el desamor y, con él, se hicieron la vida imposible. En 1978, el socialismo español y el catalán sellaron su unión y nació el PSC. Durante décadas la convivencia funcionó pero la aventura secesionista de Artur Mas ha hecho estallar por los aires una relación que llevó al PSOE a gobernar España durante 22 años y al PSC Cataluña durante 7, además de tener un férreo poder territorial. Hoy, ha llegado el desamor y se hacen la vida imposible.
El PSOE está en la oposición. Su poder ha quedado reducido a Andalucía, Asturias y un puñado de grandes ciudades. El PSC también, aunque su poder está más atomizado. Las encuestas son negativas. Para unos y para otros. Ambos coinciden en que todavía se están lamiendo las heridas de las derrotas que los descabalgaron de La Moncloa y del Palau. La ausencia de liderazgo, no pedir perdón por los errores pasados y la falta de una alternativa de izquierdas les está lastrando. El socialismo no recupera la confianza del electorado. A pesar de la pérdida de apoyo popular por parte del PP, los ciudadanos miran a otras opciones. Siguen dando la espalda al socialismo.
En teoría, todas estas penurias debían unirles, pero el desamor en forma de derecho a decidir los separa. Ante el problema territorial, el problema catalán, el PSOE apuesta por el federalismo. Reformar la Constitución para diluir las veleidades soberanistas del nacionalismo catalán hoy, y del vasco mañana. El PSC está por la labor porque su objetivo es que Cataluña y el resto de España sigan viviendo juntos, y así plantar cara a la independencia. El problema es que los socialistas catalanes defienden el derecho a decidir, aceptan que el pueblo catalán es soberano para decidir el futuro. En pocas palabras, los socialistas catalanes han caído en manos del pensamiento único soberanista y se han convertido en la muleta que necesitan los secesionistas para llevar adelante sus planes. El PSC no es independentista, pero acepta la consulta soberanista. Por estas horcas claudinas, el PSOE no está dispuesto a pasar. Chacón tampoco lo estuvo y rompió la disciplina de voto por esta cuestión.
Navarro y Rubalcaba se esfuerzan en evitar que las disensiones lleguen a mayores. No tienen una tarea fácil. A Navarro, el sector más nacionalista del PSC sigue apretándole las tuercas y cualquier momento es bueno para dinamitar las difíciles relaciones con el PSOE y dejar con el culo al aire a Navarro. Además, la tensión en el seno del partido y su actitud dubitativa, contemporizadora con el secesionismo, lo está desangrando electoralmente. El PSC consiguió en las últimas autonómicas medio millón de votos. Básicamente en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona. Era un voto trinchera frente al nacionalismo catalán. La apuesta del PSC por el derecho a decidir lo está laminando. La última encuesta situaba a los socialistas catalanes en 15 diputados. Hace 7 años consiguieron 52. No parece tampoco que el electorado del PSC quiera pasar por estas horcas claudinas.
A Rubalcaba, el sector más duro del PSOE tampoco le pone las cosas fáciles. Bono –que tiene una buena relación personal con el líder de Ciutadans, Albert Rivera–, Fernández Vara, Rodríguez Ibarra y el último en llegar, Alfonso Guerra, proponen la creación de un PSOE catalán. Lo hacen desde una cierta ignorancia. Sería tanto como el invento del tebeo. Un regalo en bandeja de plata para sus adversarios. Su coexistencia sería la garantía para que el PSOE nunca ganara en España ni el PSC en Cataluña. Además, este experimento con gaseosa se daría de bruces con la opción que está en auge en el anti-independentismo catalán: Ciutadans.
La ausencia de liderazgo en el PSOE es el caldo de cultivo más adecuado para que estas tensiones lejos de desaparecer, afloren con más virulencia. Tomás Gómez lo resume en pocas palabras «cuando hay un PSOE fuerte no hay líos con el PSC». Rubalcaba todo lo fía a la Conferencia Política que se celebrará en este mes de noviembre. El asunto territorial no pasará de puntillas. Tampoco lo harán las primarias. Ni Susana Díaz ni Tomás Gómez jugarán al pasapalabra. Hablarán. Las encuestas del CIS que se publicarán antes de la Conferencia les darán argumentos de sobra para hacerlo. «La Guerra de los Rose» continua.
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