Pedro Narváez

La hora de los jarrones chinos

La Razón
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Estábamos tan tranquilos, peleándonos, eso sí, como siempre, al estilo de Homer Simpson cuando coge por el cuello al pequeño Bart con la idea animada de estrangularle en una terturlia o en un debate, o sea, poca cosa comparada con lo que podría ser España, ese lugar al que los bardos del turismo alaban como la última perla de Europa, aunque rezuma un rencor que si lo sé no vengo. Estábamos tan tranquilos, o al menos eso pensábamos, cuando de repente nos dimos un tiro en un pie. Fuimos a votar con la escopeta nacional cargada para tener así excusas para discutir en los bares y volver al sistema de intento de homicidio de los Simpson.

España, que estaba ya homologada en todos los estándares de la monotonía occidental, no fumar, no beber, no morirse (aunque ésta no nos la creíamos), que se ponía de ejemplo en los mercados y en las tribunas de la oligarquía europea, ha vuelto al último surrealismo, al de Dalí cuando decía «Yo pago lo que haga falta para que no me den la lata», que era una manera de distanciarse de la ideología, que es lo contrario al arte. Desternillante. Ahora viajamos en el «Halcón Milenario» comiendo palomitas mientras las bolsas se desinflan y aumentan los intereses de la deuda. España disfruta en el desastre. Nos habían hecho tragar que íbamos mal y ahora nos quieren hacer creer que tanto pluralismo es la panacea porque entre hablar y hablar la legislatura pasará.

Mientras tanto, como sucede en los entremeses, aparecen los jarrones chinos para dar que murmurar mientras se urde entre bambalinas el pacto principal. Aznar, el presidente que eligió a dedo a Rajoy –así lo cuentan los protagonistas en sus libros– pide el congreso abierto que no hizo, lo que demuestra una coherencia con la sintonía cómica del cómputo final de las urnas.

Y de jarrón en jarrón hasta el manguerazo final. Espero con verdadera pulsión dadaísta la entrada en escena de Felipe González. Sánchez ve plausible un pacto con Podemos, el partido al que el presidente dedicó este bonito recordatorio durante la campaña que pueden leer con ritmo de villacinco: «Se han olvidado ya de Venezuela y de lo que cobraban por asesorar a ese Gobierno. Por no hablar no hablan ni de Grecia, cuando hace nueve meses le decían: aguanta, Alexis, que ya llegamos». Vale que Dalí pintara «El gran masturbador», pero de ahí a las pajas mentales de un sector socialista por hacer manitas con Podemos va más trecho que del pintor de Figueras a «Las Meninas» de Velázquez. Eso aumenta el tono surreal de la partitura. Cómo va a defender el líder socialista llegado el caso una alianza con los chavistas es un misterio para este año que comienza y que nos mantendrá atentos hasta que nos hartemos de roscón de Reyes. Igual en la sorpresa viene Don Juan Carlos como otro jarrón chino en auxilio de Felipe VI, que va a hacer oposiciones de árbitro que deseamos resuelva con nota. Los periódicos están en lo cierto: hará buen tiempo estas Navidades. Luego llegarán las nieves, las que en aquella película de Huston cae sobre los vivos y sobre los muertos.