Restringido
La imagen rota de Pablo iglesias
Del resultado de los tira y afloja de Podemos con sus satélites depende algo más que Pablo Iglesias. Está en juego la supervivencia de la marca morada, que alcanzó su cénit en las generales con casi 5 millones de votos y 69 escaños. El fantasma de la división puede acabar cuarteando las confluencias. El riesgo de ruptura es real. Las discrepancias en el seno de Podemos, y las de Podemos con sus alianzas en Galicia, Cataluña y Comunidad Valenciana e incluso en el interior de éstas son tan profundas que Iglesias empieza a ver reflejada, como en los espejos del callejón del Gato, la imagen rota de sí mismo.
Uno de los factores de este carajal es el origen de la red de acuerdos tejidos por Iglesias. El pacto con La Marea, Compromís o En Comú fue solamente un intento de aprovechar la ley electoral, cada cual a su favor. Ahí reside la clave. Y el propio secretario general de Podemos era consciente de ello. De hecho, trató de huir de las coaliciones y aplicar el abrazo del oso. Por ejemplo, ofreciendo a Xosé Manuel Beiras encabezar una lista exclusivamente podemita. No hubo manera de convencer al viejo cabecilla del BNG, que terminó por forzar la disolución morada en las procelosas aguas de las mareas. Lo ocurrido en tierras gallegas puede extrapolarse al resto de territorios. Y así, en el seno de Compromís se alzan voces contra Iglesias y se generan diferencias entre Joan Baldoví y Mónica Oltra. El dramatis personae de Pablo Iglesias corre el riesgo de reducir su liderazgo estrictamente a sus 42 escaños.
Y todo esto sucede cuando en Podemos se respira la tensión. La existencia de corrientes siempre ha sido su santo y seña, claro, pero Iglesias y su guardia de corps parecían haberse garantizado el control de sus filas. Sin embargo, la pelea interna (con las bases, el mítico «Círculo de Lavapiés» y dirigentes de peso como la andaluza Teresa Rodríguez, Miguel Urbán o el propio Juan Carlos Monedero exigiendo recuperar el protagonismo ciudadano de sus orígenes) agita el debate existencial entre las «dos almas» de la formación. La inquietud que se percibe en privado se niega en público. Pero las dudas irán en aumento en la medida en que Iglesias sea incapaz de darle la vuelta a la situación y al ruido que estos días seguirá generando la más que previsible negativa de la Mesa del Congreso a la formación de cuatro grupos con sus confluencias regionales.
Más aún tras ver cómo Alberto Garzón reniega de él para echarse en brazos de ERC y de EH-Bildu. A Iglesias quizá ya sólo le quede barajar alternativas tales como pedir dos grupos parlamentarios en vez de cuatro (por un lado, los 42 de Podemos y, por otro, los 27 que suman las tres franquicias). De lo que no cabe duda es de que las distintas alianzas de Podemos no van a dejarse manejar por un Pablo Iglesias que renunció a presentarse en sus territorios y ahora pretendía usarlas para hablarle de «tú a tú» a Pedro Sánchez.
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