Julián Redondo
La jota canaria
El Madrid rozó durante un tiempo el rosco de Reyes, un inédito lunes al sol sin oficio ni beneficio; un muermo entre lamentos por los presuntos penaltis no señalados y los sustos de Charles. En éstas entró Jesé y encontró soluciones ofensivas para un ataque que en sí mismo es dinamita, pero que no siempre explota por falta de detonantes.
Con el «20» le cuesta menos descubrir el camino del gol; senda que la persistencia del refuerzo Bale por la derecha se ramifica. Es entonces cuando Benzema despierta del letargo y Cristiano ve la red que se le nubla durante un tiempo que se antoja interminable. Sucede en esos excesivos paréntesis que las encadenadas y holgadas victorias del Barcelona y la racha triunfal del Atlético generan en el graderío madridista una angustia impropia de un equipo parido para ser campeón, como si el dinero no diera la felicidad ni ayudara a conseguirla. Son demasiados minutos de zozobra que promueven equipos tan monos, y tan modestísimos, como el Celta. Demasiado, cuando las posibilidades son casi infinitas en una plantilla nacida para ganar. Eso es opinión.
Ahora, la información: si se habla de cantos y bailes canarios, la isa equivale a la jota aragonesa; y en lo que a pronunciación se refiere, la jota canaria es la española de toda la vida, no la i griega. Por eso Jesé no es Yesé. Jesé, con jota, también es mucho más que un nombre, es un grandísimo futbolista. De los buenos y de los llamados a ser de los mejores, aunque todavía su titularidad en el Madrid sea cuestionable, sobre todo para el entrenador.
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