Enrique López

La justicia como espectáculo

La Razón
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La trascendencia del juicio sobre el «caso Nóos» es descomunal, y pone a prueba nuestro sistema de justicia, pero también algo más; esta trascendencia determina un interés mediático lógico y necesario en una democracia, pero que en algunos casos raya en lo morboso. No debemos perder la perspectiva y sobrepasar lo que es un juicio penal, en el que se van a depurar responsabilidades penales, nada más y nada menos. La presencia en el juicio de una Infanta de España no puede desnaturalizar esto, ni a favor de la misma, pero tampoco en contra. No estamos ante un juicio a la Monarquía, aunque alguno lo pretenda. Es tan solo eso, un juicio. A raíz del inicio de las sesiones, surgen comentarios por doquier, sobre todo por parte de lo que se ha venido en denominar tertulianos, en cuyo egregio cuerpo me encuentro en situación de excedencia voluntaria. Estas personas que participan en programas de radio y televisión deberían ser conscientes de su gran responsabilidad en tanto en cuanto están contribuyendo de una manera muy decidida a la conformación de la opinión publica. Estos días mucho se ha hablado de una jurisprudencia sobre los límites del ejercicio de la acción popular que en su momento se denominó «doctrina Botín» y que, en resumen, vino a sancionar que en determinados delitos, cuando el perjudicado y el Ministerio Fiscal no solicitan la apertura del juicio oral contra un imputado no puede ser acusado por el solo concurso de la acción popular, si bien esto se limitó a una clase de delitos en función de la naturaleza del bien jurídico protegido. Pero ésta no es la cuestión. Si en este caso se debe aplicar o no esta interpretación jurisprudencial es algo que le corresponde decidir al Tribunal y a los órganos superiores. Tras los comentarios de muchos tertulianos, en los que todos coinciden en que desconocen la materia y en que no saben muy bien lo que se debe hacer, a renglón seguido barruntan que para el caso de que se aplique supondrá un privilegio excepcional, o que no debe aplicarse para que se entre en el fondo de la culpabilidad, con lo cual, al margen de no aportar criterio de autoridad alguno, están situando al Tribunal frente a la presión de la opinión publica previamente conformada sobre la base de aquellos comentarios nada rigurosos. La Sala sabrá muy bien lo que tiene que hacer, y lo hará con toda seguridad sin presión alguna, pero el ambiente ya está caldeado, de tal forma que si se decide aplicar la «doctrina Botín» se dirá que la Sala ha cedido a no sé qué presiones y, en caso contario, se dirá que no. La justicia se administrará de forma recta a buen seguro, pero el retrato que se va a trasladar a la opinión pública no va a ser el mejor y, como siempre, la maltrecha imagen de la justicia sufrirá. Deberíamos peguntarnos por qué. Decía Voltaire que no hay vedad que no haya sido perseguida al nacer y algo de razón tiene. Lo importante es hacer justicia, pero algunos pretenden que la justicia no estropee el espectáculo.