Julián Redondo
La margarita
A falta de presidente electo, la UEFA es una jaula de grillos. Nadie mejor colocado que Villar para presidirla, ahora que la Comisión de Ética de la FIFA ha «despejado» a Platini y después de que Infantino, el rival más fuerte, ha sido elevado al trono de Blatter. Los enemigos de Villar, que o tiene amigos o rivales encarnizados, le descartan como sucesor. El argumento es que su singularidad no está a la altura del cargo. ¿Y quién lo está? Niersbach, que ha dimitido como presidente de la Federación Alemana por presuntos sobornos para asegurarse el Mundial de 2006, era un poderoso adversario. Era.
Los conflictos que cada dos por tres se suscitan en la Federación Española son pecata minuta comparados con los escándalos que arrecian en el fútbol alemán. Beckenbauer también ha sido señalado por los pecados de Niersbach. Y Ulli Hoeness, el ex presidente del Bayern, ha pasado entre rejas 21 meses, la mitad de la condena, por evasión fiscal de 27,2 millones. Y van de listos.
Dentro y fuera de España, los afines a Villar le ven como un valor seguro, tanto en la Federación, a pesar de que se han perdido diez patrocinadores desde el batacazo brasileño, como en la UEFA. Están convencidos de que o renueva el mandato con la RFEF o le eligen mandamás continental –de ahí el suspense sobre la fecha electoral y el deshoje de la margarita–. Ahora ejerce (?) en funciones y le correspondería sacar el látigo en Nyon para que el discurso fuera único en un asunto capital como es la Eurocopa: ¿se jugarán partidos a puerta cerrada?, ¿podría suspenderse alguno?, ¿o todos? La UEFA necesita agilidad y firmeza, no para luchar contra el terrorismo, que no es su misión principal, pero sí para proteger sus competiciones del pestilente aliento terrorista.
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