Toni Bolaño

La obstinación de Mas aleja el pacto con ERC

Artur Mas y Oriol Junqueras se han vuelto a reunir. La distancia entre ambos es evidente, pero también ambos tratan de acercar posturas a la par que endilgar al otro la culpabilidad del fracaso. El nudo gordiano de la cuestión radica en la obcecación del president de la Generalitat a renunciar a su lista única.

El último movimiento de Artur Mas es estudiar las listas separadas a cambio de que su candidatura incluya a la sociedad civil. Una sociedad civil a la que Oriol Junqueras debe renunciar. Con esta nueva apuesta, el líder de CDC quiere evitar a toda costa presentarse a unas elecciones con la única marca de su partido. Convergencia Democrática de Cataluña es sinónimo de Jordi Pujol y su familia y es sinónimo de corrupción con Oriol Pujol y el Palau de la Música. Es una marca desgastada y Artur Mas está dispuesto a darle brillo con una refundación que pasa por un cambio de imagen en las próximas elecciones. Sabe que con la actual marca, que sin incorporar a la sociedad civil y que con la irrupción de Podemos, sus posibilidades de éxito se reducen de forma exponencial.

La tozudez del presidente de la Generalitat defendiendo una lista unitaria no es gratuita ni baladí. Tampoco su última propuesta de aceptar listas separadas a cambio de que los independientes se queden en su casa y con él de líder. En los dos escenarios, Mas mantiene su objetivo: presentarse como referente del movimiento nacionalista y convertirse en «la casa de todos», incluso, de la gran mayoría de Unió, al margen de la decisión del sector más afín a Josep Antoni Duran i Lleida.

Con esta marca blanca, intenta dar un vuelco a las encuestas.

Precisamente, lo que trata de evitar Oriol Junqueras. No tiene intención de que ERC renuncie al liderazgo del movimiento independentista –y menos a cinco meses de unas municipales en las que los republicanos pretenden dar un paso importante en el mundo municipal–. Tampoco renuncia a un posible «sorpasso» en unas elecciones anticipadas.

El margen de maniobra se estrecha. Oriol Junqueras soporta la presión de la Asamblea Nacional y de Òmnium Cultural que se han posicionado con Mas y trabajan para doblegar la resistencia republicana. Òmnium mismo avanzaba ayer que apoyaría las elecciones con listas separadas con el argumento de que «no importa la fórmula tanto como el acuerdo». Por su parte, Mas tiene que apurar los plazos para llegar al día 19 –cuando las enmiendas a los presupuestos se debaten en comisión–, con todo atado. Y no olvidemos que Pujol declara sobre su herencia el día 27, además, vuelve la comisión de investigación que no dilucidará nada pero servirá para dirimir otras disputas. Una ERC beligerante contra CDC es lo que menos desea Mas.

El Día de Reyes fue un día de tregua. La última. Junqueras y Mas se verán las caras en más de una ocasión. El adelanto electoral sigue en vilo y la tensión en el mundo nacionalista es más que evidente. Algunos teorizan que es necesario avanzar elecciones para evitar que «la mayoría quede desvirtuada» por la aparición de Podemos. Otros teorizan justamente lo contrario. Apuestan por agotar la legislatura y afrontar entonces el nuevo proceso electoral con el nuevo mapa político de España. Tanto unos como otros, no pierden de vista cuáles son los movimientos a realizar para que, en caso de que el acuerdo sea imposible, a quién responsabilizar del fracaso. Ahora, eso parece lo más importante.