Literatura

La realidad intelectual

En un plano individual intelectual, y no sólo filosófico o religioso, se han sucedido infinidad de citas de los mejores pensadores o literatos expresándonos que lo real y auténtico está en otro lugar distinto de las cosas y objetos (así textualmente Oscar Wilde o J.R. Jiménez) o que el arte es lo más real que existe (M. Proust, El tiempo recobrado), a modo de «una estancia parecida a una divagación teñida de rosa y azul» (como contaba Baudelaire), o al menos un combinado de emociones y sensaciones y sueños (Borges), hasta el punto de decir Wackenroder algo así como que solo se sentía real cuando escuchaba música.

Y en verdad parece difícilmente discutible negar que estas sensaciones producidas por la música son más reales que cualquier otro objeto que nos rodea; hasta el punto de que Schopenhauer expresó aquello de que la música no es solamente una posible forma de expresión, sino la lengua únicamente capaz de explicar la realidad de cada cosa («das wahre Wesen aller Dingen»), lo que nos llevaría a un gran debate. Y esto mismo nos vienen a contar Tomas Kyd (Tragedia española), Tamayo y Baus (Un drama nuevo), Lope de Vega (Lo fingido verdadero) haciéndonos ver cómo el teatro es la propia vida (los personajes representan un papel que finalmente se acaba confundiendo con la realidad de lo representado superando que el teatro sea sólo arte). Algunos consiguen incluso mostrarnos un mundo real mediante un combinado o sinestesia de colores, sonidos y perfumes y sabores (Au Rebours de J.K. Huysmans, o E. Hoffman).

La espiritualidad del futuro podría ser intelectual, una realidad ésta con limitaciones, pero innegablemente tan necesaria como esa otra que tenemos ante nosotros de forma aparente o inmediata, a través de ciertos momentos sin los cuales la vida no sería plena (en tales momentos se está en una «segunda realidad», se diría).

No sería siquiera necesario llegar al extremo de decir, como Celine, que «hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado», o, como Gómez de la Serna, que «la realidad es mentira». Pero al menos existirían en su justa medida dos mundos, como expresa Törless (el personaje de Robert Musil), sintiéndose desgarrado entre uno primero burgués, sólido, y otro fantástico pero igualmente preciso.

Cierto que esta otra realidad tiene riesgos, sobre todo cuando se extrapola al plano social. Y también limitaciones. La clave la dan autores como el propio Cervantes, inventor de este tipo de realidades duales que estoy comentando expresando perfectamente la necesidad y desgracia de lo trascendente, obviamente Calderón, o más recientemente Thomas Mann o Herman Hesse cuando se esfuerzan por construir una morada para esta segunda realidad intelectual, que tanto necesitan y desean, pero que finalmente llegan a negar como quien se resiste con la razón frente a algo que se ama solo por instinto (este es el fondo de sus mejores obras). Si los propios avances científicos, la holografía, la filosofía de siempre, la religión son expresión de esa necesidad, la «realidad virtual» viene a ser la versión actual de este fenómeno adaptada al mundo orteguiano de la «masa». Pero se necesita, para otros (los espectadores, siguiendo el símil del mejor Ortega), consolidar espacios o momentos intelectuales trascendentes con cierta impronta.

Más allá de las citas individuales, parece necesario un ensayo sobre la segunda realidad (en prensa), consolidando ésta, informando de su necesidad, sin ocultar los posibles riesgos provenientes de excesos: Wagner afirmaba que la política debía seguir al arte y no al revés, debate que nos llevaría lejos; o el resultado de materializar afirmaciones como esa de Bellow de que en las Constituciones echa de menos un derecho al nihilismo, o esa otra de Schlegel del «derecho a la confusión». No se trata siquiera de conseguir aquello que se logró en el Barroco (cuando la literatura parece más real que el mundo que se vive) pero sí al menos de expresar la necesidad de esta segunda realidad que acaso sólo se manifiesta mientras se busca, desapareciendo cuando se cree encontrar, pero sin la cual no podemos vivir.