José María Marco

Las piedras y el tejado

El ministro Montoro ha contestado a la publicación de la lista Falciani diciendo que es una cuestión del pasado. No le falta razón, porque los hechos desvelados por los heroicos periodistas de investigación ocurrieron hace ya tiempo, y sobre todo porque el propio Montoro ha superado con creces, en afán inquisidor y dinerario, a todos los implicados en el asunto, investigados e investigadores. (El episodio me ha recordado una de las visitas que hice a los campamentos indignados del 15-M en la Puerta del Sol, cuando en una de aquellas felices reuniones asamblearias, un orador incitaba a las masas –que aplaudían moviendo las manos, como en la guardería– a exigir el reclutamiento urgente de «un montón» de inspectores fiscales. La amiga con la que asistí a tan edificante y revolucionario espectáculo pensó, como es natural, que debían llamar a Aznar).

En otras palabras, todo el mundo parece encantado con la persecución de Hacienda... salvo los empresarios y los autónomos, es decir, los únicos que crean riqueza, prosperidad y empleo. La retórica triunfal de la limpieza fiscal, exhibida por Montoro hace poco tiempo en una reunión con funcionarios de Hacienda, animará, seguramente, el argumentario populista de igualación por abajo en contra de todos aquellos que gustan de arriesgarse, tomar la iniciativa, abrir nuevos caminos y competir. No le va a añadir ni un solo voto al PP. Y es posible que se lo quite. Quienes piensan que una fiscalidad tan pesada como la que sufren les impide crecer, expandirse y contratar tienen pocos incentivos para apoyar a quienes presumen de ella, ya sean de extrema izquierda, de izquierdas, de centro o de centro derecha. Necesitamos políticas para el crecimiento, no figuras retóricas ni medidas destinadas a dar satisfacción a la pulsión socialista y al resentimiento.