Cristina López Schlichting
Lavatorio de pies
Elija al que peor le caiga en este momento. Ese jefe que hace la puñeta, el compañero que prospera sobre los cadáveres ajenos, la vecina envidiosa. Y ahora coja sus mejores toallas, jabón de tocador, arrodíllese a sus pies y láveselos con amor. ¿Qué pasaría en el mundo si todos nos lavásemos así unos a otros? Cayo Lara a Rouco Varela; el cardenal, a Leire Pajín; ella, al presidente de la patronal; la Reina, a Zerolo; éste, a Artur Mas... Siempre me ha conmovido ese abajarse y fregar. Lo que hizo la pelirroja Magdalena con los pies de Cristo y lo que Él hizo después con Judas y con los que se dormirían en el Huerto de los Olivos y con el que mentiría al ritmo del gallo...qué tropa... entonces y ahora. Lavar pies derriba fronteras. Lavárselos a los pobres es reconocer que no eres mejor que ellos, hacérselo a los ricos es saber que el dinero no salva. Lavar a los jefes es sentir que siguen siendo dignos de cariño y compasión; hacérselo a los humildes es reconocerse en ellos. El Papa se está demostrando experto en pies. Este año besó los de los discapacitados y señaló que ni la inteligencia ni la fuerza física llevan al paraíso. El año pasado limpió a presidiarios, fieles de otras religiones y mujeres. Con cada gesto nos enseñó algo nuevo. Que ni la cárcel le quita a un hombre su verdadera libertad... que Jesús ama a todos y los busca por mil caminos... que a los pies de las mujeres también se crece. Todos tenemos pies y manos para lavar. Los altos y los bajos, los encumbrados y los postreros, los hermosos y los débiles ¿Se imagina, querido lector, la que se armaría en el mundo si todos nos lavásemos unos a otros? ¡Qué follón de pies! ¡Qué gloria! ¡Qué cielo en la tierra!
✕
Accede a tu cuenta para comentar