Pilar Ferrer
«Lo que tenga que sonar, sonará»
Sucedió tras la reciente cumbre energética en La Moncloa. Mariano Rajoy estaba contento, escoltado por el presidente de Francia, François Hollande; el de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el primer ministro de Portugal, Pedro Santos Coelho. Un espaldarazo enorme al presidente del Gobierno español, mientras afuera caían chuzos de punta y las intrigas de partido inundaban la noche madrileña. Rajoy y sus socios europeos rubricaban un consorcio de gran calado económico y le metían un rejón de campeonato a Grecia. Fiel a su estilo, sin mover mucho músculo, el presidente conseguía su objetivo frente a los ataques de Alexis Tsipras. En el exterior, el aire político doméstico hervía. Ante los navajazos del PP madrileño, tras la rueda de prensa, la inquietud periodística era máxima. «Presidente, ¿y ahora qué?», le preguntó uno de ellos. Respuesta a la gallega: «Lo que tenga que sonar, sonará».
La anécdota no ha trascendido, porque se produjo en un restringido corrillo tras la comparecencia de los líderes europeos. Pero refleja muy bien la estrategia de un hombre inmune a las presiones, frío hasta la médula, maestro de los tiempos e inamovible ante su hoja de ruta. En esta semana convulsa para el PP tras los desaforados ataques a Ignacio González, claramente aireados por una «mano negra» con el objetivo de torpedear su candidatura al presidente de la Comunidad de Madrid, el jefe del Ejecutivo no ha perdido la calma. Bien al contrario, despachó temas de Gobierno con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a quien agradeció vivamente su presencia en Andalucía para apoyar a Juan Manuel Moreno, y preparó con María Dolores de Cospedal la cumbre toledana con los eurodiputados populares. «Frente a la agitación, normalidad», fue la consigna trasmitida por Rajoy a las dos damas más importantes de su entorno.
Según colaboradores cercanos, si hay algo que a Mariano Rajoy le molesta profundamente es la conspiración palaciega. Y mucho más, si ésta se traslada a los medios de comunicación. «A estas alturas, aguanto casi todo», suele decir el presidente cuando está en reuniones privadas. Aunque la presión de las últimas semanas ha sido enorme, y la premura para designar candidatos en Madrid y Valencia ha traspasado todos los límites, al presidente no se le ha torcido el rictus. «Impasible a la tormenta, ya escampará», asegura un colaborador que conoce bien al líder gallego. La tesis en Moncloa y en la cúpula de Génova es que Rajoy agotará los tiempos establecidos para las elecciones de mayo y que, incluso, podría esperar al resultado de las elecciones andaluzas del 22 de marzo para lanzar su «fumata blanca». A tenor de estos comicios, puede haber sorpresas.
«La paciencia es la madre de la ciencia», dicen en el círculo próximo al presidente. Así, recuerdan que Rajoy nunca ha precipitado sus decisiones políticas y electorales. Lo hizo en el Congreso de Valencia, que designó a María Dolores de Cospedal como secretaria general del PP. Un nombramiento que apuró hasta el último momento, por encima de rumores y quinielas varias. Similar actuación tuvo con Miguel Arias Cañete, a quien nombró al borde de los plazos como candidato al Parlamento Europeo. Igual táctica llevó al nombramiento de Moreno Bonilla en Andalucía, tras un baile de nombres diversos. Por no hablar del conflicto catalán, donde el aguante rocoso de Rajoy frente a las provocaciones y desafíos de Artur Mas es ya épico. «El presidente tranquilo mientras los demás se despedazan», opinan colaboradores de Rajoy sobre la estrategia del jefe del Gobierno. No obstante, dirigentes del PP reconocen ahora que la crisis de Madrid bate récords. «Nos está haciendo un daño terrible», admiten. Y pese a la tibieza inicial, surgen cada vez más voces en apoyo de Ignacio González, junto a fuertes críticas hacia Esperanza Aguirre. «Nacho ha gestionado muy bien la Comunidad desde hace veinte años, el único que se la ha pateado a pie de calle. Esperanza dio la espantada cuando le vino en gana», dicen veteranos del PP madrileño. En Génova no ocultan su malestar con Aguirre, a quien acusan de «lanzar siempre piedras y esconder la mano». Sus últimos órdagos a Rajoy, en permanente contradicción para ocultar sus ambiciones de ser candidata al Ayuntamiento de Madrid, han causado fuerte malestar en la dirección nacional del partido. Sin olvidar que siempre ha sido la dama díscola. «Gallardón era el verso suelto y ella un sainete continuo», ironizan estos dirigentes.
Según fuentes de Moncloa, Rajoy no piensa alterar su hoja de ruta y prepara un importante viaje a Centroamérica en el que, por cierto, estará acompañado de importantes empresarios catalanes. Desde Génova recuerdan que el plazo para designar candidatos finaliza a mediados de abril. «Puede llover mucho hasta entonces», añaden. Y lo que nadie se atreve a garantizar es que Rajoy tenga ya decididos por completo los nombres de los aspirantes. «Hasta ahora, su manejo de los tiempos le ha ido muy bien», vaticinan. Frente a los nervios, templanza. Mucho más cuando las encuestas son muy volubles y no aventuran una mayoría absoluta clara. «Son unas elecciones muy difíciles pero cruciales, no conviene precipitarse», opinan en el cuartel general de Génova 13.
Precisamente hace unos días, al término del Debate sobre el Estado de la Nación, Mariano Rajoy mantuvo una conversación informal con algunos periodistas en una estancia del Congreso. Se le veía tranquilo, satisfecho con los resultados económicos y las cifras de empleo. «En política hay muchos botarates, lo importante es ser serios», dijo con esa calma que parece no abandonarle nunca. Nos contó que lleva ya dos años sin fumar puros, toda una proeza, que se relaja con buenas caminatas y que ha vuelto a leer ensayos de Casares Quiroga. Y recordó una frase de aquel gran político al que tanto admiró, Pío Cabanillas Gallas: «El gallego ni sube ni baja, sólo está en su sitio». Relativismo galaico en pura esencia. Mientras las aguas bajan bravas, Mariano Rajoy observa, medita y apura sus decisiones. La prisa, según él, siempre es mala consejera.
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