Alfonso Merlos
Lo tuyo, puro teatro
¿Qué querían algunos, que Rajoy y Mas se plantaran dos besos y se fundieran en un abrazo de película? ¿Dónde está la frialdad del saludo? Aquí sencillamente –con la más elemental cortesía y educación– se ha visualizado dónde están el uno y el otro. El presidente del Gobierno, en la voluntad de ayudar, resolver, cooperar, colaborar, tender puentes y no volarlos con fuertes cargas de dinamita. El separatista que desafía hoy como nadie la unidad de España, en el distanciamiento, el aislamiento, la provocación, en la idea de que «cuanto peor, mejor». Y en la teatralización infantil de su injustificado malestar. En el parvulario nacionalista.
El mensaje de Rajoy puede ser más alto, más estridente, más espectacular, pero no más claro ni verdadero. Es el signo de los tiempos. Las murallas se derriban, los pueblos y las personas se acercan, las nuevas tecnologías de la comunicación y la moderna sociedad de la información están conectando más de lo que parece a quienes piensan y sienten de modo semejante. Son armas para la convivencia y el diálogo y la interacción de toda índole.
¿A qué viene entonces la pelea, la estrategia de dividir y emponzoñar, de pensar que cuando a uno le dejan sólo y enfrentado al mundo entero le va mejor? ¡¿Pero es que nos hemos vuelto locos?!
Hay un viejo proverbio que dice «si quieres llegar rápido, camina solo; pero si lo que quieres es llegar lejos, camina en grupo». Y ahí está el presidente del Gobierno, manteniendo el tipo, obrando incluso con excesiva templanza y mesura, impasible ante las agresiones gratuitas. Y lo más relevante: trabajando, con mas aciertos que errores, para que los españoles estemos unidos, compactos y fuertes. ¡Todos!
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