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Política

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Los líos socialistas

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Con Pepe Bono de mediador, el ex presidente Zapatero mantuvo a final de año un encuentro «interesante y cordial» con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, del que no informó a Pedro Sánchez, su sucesor provisional al frente del PSOE, hasta después de celebrar la reunión. Antes, ni palabra. Estaba en su derecho, pero es imposible que el gesto no despierte recelos y desconcierto en la nueva dirección del partido, que considera al de la coleta el principal adversario político y más después de que Iglesias pusiera a Sánchez como chupa dómine en su reciente visita a Sevilla. La irrupción de Podemos, que amenaza con ocupar la mayor parte del espacio socialista, ha acelerado, sin ir más lejos, los planes electorales de Susana Díaz, mucho más que las discrepancias con sus socios de IU o la basura acumulada por sus antecesores bajo las alfombras, que está a punto de quedar al descubierto en el juzgado. Parece que el último en enterarse de los planes de la presidenta andaluza ha sido también Pedro Sánchez. Todo esto confirma las sospechas bien fundadas de que lo ningunean y de que la suerte del actual líder socialista depende de los idus de marzo; o sea, de lo que ocurra esta primavera en Andalucía y del resultado de los comicios autonómicos y locales. Ahora mismo está en tenguerengue. Y, por lo que pueda pasar, Bono, Zapatero y otros barones socialistas tienden puentes con la nueva formación para intentar salvar los muebles del partido centenario. Se trata, al menos, de no perder la llave de los pactos, que se adivinan difíciles e imprescindibles en el futuro inmediato.

El complaciente tono de Zapatero con Iglesias, «un político de este país», y con la irrupción de Podemos, que puede ayudar, según el ex presidente y actual miembro del Consejo de Estado, a mejorar la deteriorada imagen de los políticos acallando el grito de «¡No nos representan!», confirma que se pretende preparar el terreno para el entendimiento y los futuros pactos de gobierno. Lo único que excluye expresamente Zapatero de ese programa común es la apertura de un proceso constituyente, pero da la impresión de que, tras el encuentro amistoso, la nueva fuerza, que Alfonso Guerra calificó de serpiente, puede ser para Zapatero, siempre tan candoroso, mano de santo. Pablo Iglesias tiene claro que su verdadero contrincante electoral no será Pedro Sánchez, sino Mariano Rajoy. La pugna en la cumbre será entre PP y Podemos. Entre ellos anda el juego. Pero con las previsiones realistas en la mano, Iglesias comprende que, en el mejor de los casos, para alcanzar el poder necesitará pactar con lo que quede del PSOE, redimiendo así a uno de los partidos de la «casta». También Rajoy aspira a pactar con los socialistas en caso de necesidad. Es natural que los socialistas, ante este panorama y sin un líder definitivo, estén hechos un lío, como un gato con un menudo, y haya opiniones para todos los gustos. En política, como en otros aspectos de la vida, se acaba haciendo de la necesidad, virtud.

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