Cataluña

Los listillos del 155

La Razón
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Bien. El resultado electoral no ha sido el que muchos hubiéramos deseado. Todo sería más sutil si los independentistas no sumaran mayoría absoluta. Pero la tienen. Y también el nítido mensaje de que no pueden delinquir de nuevo. Había una sección, creo que en el «Pronto», titulada «¿qué hubiera sido de mi vida si....?». La distopía de la vida cotidiana de aire marujil. Ahora cualquier vecino en el ascensor se revela como fino analista y asegura que Rajoy tendría que haber aplicado antes el 155, en fin, que la culpa de que haya soberanistas en Cataluña la tiene el presidente. A toro pasado cualquiera puede ser un estratega. Cuando se conoce el final es sencillo inventarse otro principio que case con la teoría. Los gobernantes no merecen Justicia. He ahí Churchill. El deporte navideño es negarle la posada a Rajoy. Es evidente que su círculo influyente no estuvo a la altura de las banderas nacionales que todavía ondean en los balcones de media España. La indolencia es peor que una vehemencia equivocada. Los palmeros de la convocatoria del 21-D no pueden ahora tornarse en matarifes porque el panorama después de la batalla no es el que ansiaban. Los malos de esta película son los que quieren ahorcarnos con un lazo amarillo y el puñado de votos de siempre. Xavi Hernández reclamando democracia desde el oasis libertino de Qatar. Parece que el destino se fijó el día que el Estado permitió la asonada del parlament y el circo del referéndum Al Rey le hicieron una corona de espinas. Luego la suerte ya estaba echada. Y no hubo quien después cambiara las bolas de los bombos del sorteo. Ahora tendríamos que pensar en futuro. Todo lo demás es melancolía, tan estéril como la victoria más que meritoria de Arrimadas. La ganadora que no se presenta a la investidura. Lo mismo hizo Rajoy y las anacondas mediáticas se lo tragaron de un bocado. Inés tiene bula. Ahora, Albert, podría ser hasta presidenta del Gobierno. El final todavía no está escrito. Dependerá de las cartas que aún le quedan por repartir al presidente para conocer si la partida es buena o fruto de un algoritmo o de un pleito de truhanes. No retiren aún de sus casas las banderas. Ni el 155. No jueguen al clásico derrotismo español. En unos meses veremos si Rajoy va al patíbulo o se sienta en el trono. Si vuelven a insultarnos, a humillarnos, a intentar hacernos sentir que somos culpables de algo que no hemos hecho, entonces, antes de que nos sonrojemos de vergüenza, sí que deberían rodar esas cabezas que han demostrado que a la mínima que aparece el demonio se vuelven como las de la niña de «El exorcista». En las próximas sesiones de control regalen ánimo y certidumbre. No cedan. La mitad de los catalanes se lo agradecerán. Si el 21-D no fue la solución, por qué tendría que serlo unas elecciones anticipadas. Uf. Eso sí que sería ir de oca en oca hasta el desastre final. Esta derrota numérica del equipo de Rajoy no puede ser el naufragio moral de España. Mientras Rajoy esté al timón no regalemos marejadas a los que llevan la nave de los locos.