Pedro Narváez

Los pisitos de Maleni

Ahora se descubre que Blasco Ibáñez plagió traducciones de Shakespeare y las vendió como suyas a una editorial de la época. Julio César por la cara para poder escribir «Cañas y barro». No es el primero ni será el último. El espíritu de Amy Martin, la progresista de la Fundacion Ideas, habita entre nosotros desde que el tiempo inventó el reloj. España es un país que copia y ya lo decía Eugenio D'Ors: lo que no es tradición es plagio. En mi pueblo, donde también nació Magdalena Álvarez, ya no hay sitio en la Plaza del Rey, donde habita la estatua del general Varela, para tanto ilustre. Allí se decía «culo veo culo deseo» para referirse a ese encaprichamiento por lo que tienen o hacen los demás. Maleni, ni partía ni doblá, ha plagiado de sus ancestros andaluces la manera de comprar voluntades a costa de los riñones de todos. A los de por allí les han ido quitando un trocito de órgano de generación en generación, como quería hacer de una tacada el rico libanés que se vino a España a expropiar el hígado de un rumano. También ha copiado la querencia española de estar al borde del precipicio judicial con esa bancada de imputados que dan para una cadena humana que podrían alquilarse a Mas puestos a tratar con individuos al margen de la Ley. En los tiempos en los que iba a la Feria, antes de que me produjera urticaria folclórica, estaba de moda una sevillana que repetía mil veces, como todas las sevillanas que se copian unas a otras, «la Toñi y la Malena ya están bailando, ya están bailando, la Toñi y la Malena ya están bailando, etc.». La jueza Alaya y la ex ministra de Fomento parecen ahora plagiar aquella letra en su batalla por ver quién gana en esta pelea del barro en la que los socialistas han entrado como si les fuera la vida en ello, citándose a sí mismos cuando piden respeto para la Justicia, siempre y cuando el acusado sea de sus filas. Lo malo para la señora Álvarez es que la instructora tiene los originales. Y eso le puede costar sus cinco pisos.