José María Marco

Manos Limpias

Vale la pena leer la sentencia con la que la Audiencia Nacional absuelve a casi todos los detenidos por los hechos ocurridos delante del Parlamento de Cataluña hace algunos meses. Lo más interesante no es que la Audiencia no tenga en cuenta que allí se vulneraron el orden público, los derechos básicos de terceros y el funcionamiento normal de las instituciones (esto ya ocurrió en parte cuando se dio el visto bueno a los escraches). Tampoco lo es que el razonamiento de los jueces de la Audiencia se base en argumentos ideológicos, con una crítica de fondo a los medios de comunicación. Lo más interesante es la idea que sostiene todo el texto, según la cual el sistema político español –probablemente, la democracia liberal en su conjunto– no asegura la representación. Más bien la falsifica. El resultado es un sistema político inauténtico, que en vez de dar cauce a los intereses y a los conflictos, los altera y los reprime.

Como se ha hecho observar, es el argumento último del eslogan popularizado por el 15-M, el del «No nos representan», el mismo coreado por la nueva izquierda. Hasta ahora este argumento se ha venido utilizando en múltiples campos. En la cultura y en la educación, por ejemplo, toda la máquina estatal está puesta al servicio de una empresa de deslegitimación del sistema gracias a la cual se premia cualquier propuesta alternativa, no conservadora, subversiva, etc. Son los bienpensantes de nuestros días, excelentemente subvencionados. En política ocurre lo mismo. Los nacionalistas consideran ilegítimo el régimen que los ampara, y para la izquierda española resulta natural (lo contrario sería asombroso) considerar ilegítima a una derecha antidemocrática por naturaleza.

Toda esta retórica, más o menos peligrosa, se detenía al llegar a los jueces. Los jueces son, efectivamente, el núcleo mismo del sistema, el poder encargado de aplicar la Ley. Pues bien, parece que ya no es así y la Audiencia Nacional acaba de sumarse al mundo alternativo. Esto puede resultar cómico... o no. Todo depende de hasta qué punto nos tomemos en serio la percepción de que el sistema en el que vivimos no es una auténtica democracia. En los últimos 120 años, los españoles nos hemos especializado en negar la realidad en la que vivimos. Es posible que estemos entrando en una nueva etapa de alucinación a lo grande. En cuanto a los jueces de la Audiencia Nacional, no sería de extrañar que se crean los héroes de Mani Puliti (Manos Limpias), que acabaron con el sistema político italiano en los 90.