María José Navarro

Marte

He coincidido con dos de los españoles que han pasado la criba y son finalistas para ir a vivir para siempre a Marte. Me han dado una pena horrorosa. La selección ha dejado como aspirantes a mil cincuenta y ocho individuos de los doscientos mil que se presentaron en todo el mundo. Sólo van a ir a la colonia marciana veinticinco seres humanos para formar parte de ese proyecto (si es que logran pasar por duros entrenamientos diseñados para astronautas profesionales) que pretende formar una especie de urbe habitable y sostenible que recibirá nuevos ciudadanos cada dos años. Que conste en acta que me doy por exenta y excluida de antemano porque estoy convencida de que no van a aceptarme (en esta cosita que me da tanto repeluco) por ser ama seca. El caso es que no volverán jamás y su peripecia se verá en todo el mundo a través de un programa de televisión de esos de realidad sociológica para mostrarnos cómo se lo montan. El cuerpo humano no es capaz de resistir la radiación existente en Marte más de cinco años, así que tienen asumido que van de cobayas suicidas. Es más, tienen que quitarse todo lo que en el espacio sideral se considera superfluo, es decir, se desprenderán de las anginas, el apéndice, la vesícula y de todos los dientes. Yo metería en el cohete a Diego Costa, que creo firmemente puede resistir la radiación marciana sin problema ninguno. Otra cosa, ¿eh?, es que su cápsula esté siempre hecha un asco, con trozos de pizza rebañados y litronas de Cruzcampo por todos los rincones. Montoro, Josema Yuste, Guti, los Siempre Así. Ahí dejo esas ideas por si necesitan supervivientes a las peores circunstancias.