Política

Alfonso Merlos

Media docena de lecciones

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No sé qué hacer con mi vida/ sólo vivo y me dejo llevar...». Así canta Amaral uno de sus temas más profundamente cargados de melancolía. En efecto, el formidable dúo en el que Alfredo Pérez Rubalcaba se inspiró en el pasado para arrancar alguna de sus más mediáticas comparecencias parlamentarias. Y ésa es la letra que define con profundidad y notable influencia lírica la encrucijada en la que se hallan los socialistas. Los guarismos que hoy revela y tabula LA RAZÓN dejan a las claras, como mínimo, media docena de lecciones a ser tenidas en cuenta no tanto por los votantes, militantes o simpatizantes del PSOE sino por todos aquellos compatriotas que serán llamados a las urnas en cosa de meses: Rubalcaba es un caballo perdedor.

No vale, no convence a los suyos, no entusiasma. Es así. ¿Guarda esta percepción relación con el hecho de que el astro de Solares inició su aventura en la política hace más de tres décadas? Es muy probable. ¿Quién puede ver tanto tiempo después un mensaje nuevo, regenerador, rupturista, moderno, esperanzador? Poquísimos. Para bien o para mal.

Hay ansia de votar. A quien sea, como sea, cuando sea. ¡Lo antes posible! La izquierda está dominada por ese estrés que sacude y recorre a los que no tienen el poder. Pero, ¿qué quieren concretar los descendientes de Zapatero: una estrategia, una táctica, un modo de operar para tomar cuanto antes La Moncloa? Hablemos sin ambages: ni ellos mismos lo saben. Pero, más que prisa, hay excitación.

El pasado no fue mejor ni peor. Y así se entiende la ausencia de concreción sobre lo que representa nada menos que Felipe González. ¿Ayuda, estorba? Como en los toros, hay división de opiniones. Ni el conjunto de la vieja guardia le respeta y venera, ni los «yogurines» y derivados varios de la generación de Aído o Pajin le consideran un jarrón chino. La socialdemocracia no mola. Hay un convencimiento general de que el PSOE tiene que girar más a la izquierda. ¿Con qué proyecto o fundamento? Eso es lo de menos. Lo capital y crucial es revestir ideológicamente, y con dureza, cualquier modelo de gestión para la España del futuro (¡qué miedo!). Al PP, ni agua.

El sectarismo y el extremismo en las tendencias que ponen al descubierto los correligionarios de Rubalcaba son elocuentes y no dejan ningún margen a la duda. Todo lo que sea abrazar al comunismo y al nacionalismo podrá ser discutido o asumido. A los liberal-conservadores hay que negarles hasta el saludo.

¡Cómo está el patio! Muy mal deben de estar por esa casa las cosas cuando, por ejemplo, Susana Diaz o Tomás Gómez son tenidos en cuenta (¡muy en serio!) como jefes del partido... ¡y del Gobierno de España! Quienes han necesitado más de una década para obtener una licenciatura universitaria o han hundido históricamente a su organización a nivel autonómico, además de quebrar importantes ayuntamientos, son los menos indicados para regir los destinos del país. ¿Seguimos?