Restringido

Muerto por encargo

Era de noche en Moscú. Paseaba por el puente de piedra cerca del Kremlin, acompañado de una mujer, cuando lo acribillaron a balazos desde un coche blanco, que huyó. Allí quedó tendido en el suelo, exánime, Borís Nemtsov, 55 años, ex viceprimer ministro de Rusia y principal opositor al régimen de Putin. Preparaba la «Marcha de la Primavera» para hoy contra el Gobierno. Se han adelantado y le han organizado la marcha fúnebre. Como un mal presagio, había declarado hace poco: «Tengo miedo de que Putin me mate». Más de una vez había levantado la voz contra la corrupción. En el lugar del crimen se amontonan las flores. Prevalecen las rosas rojas. El nuevo zar ruso, un zar de pandereta, uno de los personajes más inquietantes del comienzo de siglo en Europa, se ha apresurado, con lágrimas de cocodrilo, a mostrar sus condolencias a la familia y ha dicho que la muerte de Nemstov es una provocación. ¡Vaya por Dios! Según Putin, a su enemigo político lo han asesinado por encargo. Y en eso seguramente lleva razón. Lo complicado será aclarar ahora , en el país de los gulags, el KGB, los espías, la corrupción y las muertes por polonio, quién ha hecho el siniestro encargo. Por lo pronto, habrá que ver a quién favorece esta muerte. No, desde luego, a los de la «Marcha de la Primavera», gentes del pueblo que acuden a cubrir con flores el lugar de la sangre derramada en el viejo puente frente al Kremlin, mientras sigue el invierno ruso. Nadie en sus cabales sospecha hoy precisamente de los enemigos de Vladímir Vladimirovich Putin, el hombre, procedente del siniestro servicio secreto soviético, que está poniendo en riesgo la paz en Europa. Pocos podían imaginarse que Rusia, una gran nación, con un poderoso arsenal nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad, pudiera derivar, tras la caída del sistema soviético, en un régimen personal autoritario –hoy Rusia y Putin se identifican, Putin se ha erigido en la personalización de Rusia–, un régimen reaccionario, con afán expansionista y dispuesto a competir, como polo ideológico y político, con la Unión Europea. Habrá que aprender a convivir de nuevo sin bajar la guardia como durante la «guerra fría». No queda otro remedio. Asesinatos políticos como el que nos ocupa, perpetrados por encargo, junto con la cruenta invasión de Ucrania -también por encargo-, que puede ser el preludio de otras invasiones, ponen a prueba la fortaleza y la misma unión de la Europa democrática, que Putin pretende resquebrajar a toda costa. En «Tiempo nublado» escribió Octavio Paz: «El pasado de Rusia está vivo y regresa». Puede que lleve razón. Lo que parece seguro es que con la muerte de Borís Nemtsov, Rusia tiene hoy menos futuro.