Política

Toni Bolaño

Ni Díaz llama ni Sánchez descuelga

La Razón
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Susana Díaz subió a la tribuna sabiéndose presidenta. Nadie está dispuesto a forzar una suerte de segunda vuelta electoral que podría perjudicar a todos excepto al PSOE. No se salió del guión. Con Chaves y Griñán como grandes damnificados a «petición propia», Susana Díaz lanzó guiños a Ciudadanos y a Podemos anunciando medidas contra la corrupción –con responsabilidad civil de los partidos incluida–, reducción de los altos cargos y medidas antidesahucios. Incluso miró hacia la bancada del PP y cocinó un rancho en el que todos podían decir que algún ingrediente era de su cosecha. Los diputados andaluces la escuchaban atentamente. Excepto los socialistas nadie le dará apoyo en el primer round. Todos quieren marcar perfil propio y quieren presentar las palabras de la líder socialista como respuestas a sus demandas. Quieren apuntarse un éxito ante sus votantes. Ciudadanos y Podemos buscarán su enganche para justificar su abstención. Una forma como otra cualquiera de decir que si tienen que alcanzarse pactos de gobierno se posponen hasta después del 24 de mayo.

Mañana, en su turno de intervención, Ciudadanos y Podemos enseñarán, un poco más, sus cartas. Será interesante oír a Teresa Rodríguez, la líder de Podemos. Con su intervención veremos cuál es la posición de la formación morada. Veremos si la líder de Izquierda Anticapitalista se posiciona con un moderado Pablo Iglesias o le ríe las gracias al ahora apartado Juan Carlos Monedero. Errejón, el ideólogo triunfante, quiere imponer sus tesis de dejar gobernar a Susana Díaz y facilitar, con su abstención, que se constituya el gobierno. De momento, incógnita. Ambas formaciones emergentes no quieren hacer ningún movimiento que atente contra sus posibilidades electorales ni quieren cabrear a la militancia. No se moverán más piezas que las debidas. Díaz no tendrá ni una concesión hasta el 24 de mayo. Venderán cara su piel para que no parezca que le dan carta de naturaleza al PSOE. Repetirán alto y claro que su abstención es consecuente para evitar la ingobernabilidad de Andalucía pero que no es un cheque en blanco. Que su abstención sólo permite a Díaz formar gobierno y que han forzado cambios en las propuestas del PSOE. Así Podemos podrá justificar su apoyo a la «casta», y Ciudadanos podrá desembarazarse del cliché que le endosan de ser la «marca blanca del PP». Los populares de Moreno Bonilla son casi unos convidados de piedra. Podrán atacar a Ciudadanos –aunque en el PP andaluz más de uno, y de dos, no les gusta ese ataque pensando en sus municipios y quisiera no quedarse enquistado en la oposición– por permitir a Díaz formar gobierno pero lo harán con la boca pequeña. Al fin y al cabo, los de Rivera sólo permitirán gobernar a la fuerza más votada. Algo que el PP –ya lo ha hecho Monago– esgrimirá como gran argumento el 24 de mayo. También como convidado de piedra asiste a esta investidura por actos, Pedro Sánchez. El líder socialista está recorriendo a destajo la geografía española en una intensa precampaña que contrasta con su ausencia en los comicios andaluces. El teléfono rojo del secretario general del PSOE no tiene quién le llame. Susana Díaz no lo hace y tampoco Sánchez descuelga. Las negociaciones las lleva el PSOE andaluz y sólo el PSOE andaluz. Los acontecimientos juegan, sin embargo, a favor de Sánchez. En Andalucía gobernará la fuerza más votada y no se cerrarán pactos con nadie, lo que deja abiertas todas las posibilidades de movimientos y de acuerdos. Todo es posible y, de momento, Díaz mueve sus fichas al margen de Ferraz pero no le cierra ninguna puerta. A partir del 24, calculadora en mano, ya se verá. Las sedes de los partidos serán un hervidero porque a partir de esa fecha hay que cerrar gobiernos estables y esperar a las generales no es buen consejo. Una razón más para que los pactos sean multicolores y la geometría variable, que instauró Zapatero, la reina de la fiesta.