El desafío independentista
Ni sí ni no
En 1999, Garry Kasparov jugó contra 50.000 aficionados de 75 países una partida de ajedrez que duró cuatro meses. Empezó el 21 de junio y terminó el 22 de octubre después de 64 movimientos. El «Ogro de Bakú» consideró al final de ese duelo, del que salió victorioso, que fue el más importante de la historia. Consta otro entre Nikolic y Arsovic que precisó 269 lances, un récord que terminó en tablas.
Desde antes del 1de octubre Carles Puigdemont, ariete del independentismo catalán, inició una partida de ajedrez con un reglamento modificado a su capricho, tan novedoso que después de cada movimiento los peones parecen reinas; los caballos, alfiles, y las torres, «presidents». Tal es su enroque. No atiende a razones locales, regionales, nacionales ni internacionales. Mueve ficha, marea la perdiz y responde al 155 con una amenaza de jaque a la espera de recibir el mate reparador. Final dramático de un «match» que piensa concluir no derrotado sino como un mártir, héroe de un otoño más caliente que las partidas entre Kasparov y Karpov o las legendarias de Fischer y Spaski. Pero entre tanto, entre el sí pero no, lo enreda todo.
El domingo, a las 16:15, está anunciado el Girona-Real Madrid en Montilivi. Lo normal sería que se jugase, no que parece que se va a jugar, «a la espera de acontecimientos», socorrida frase que pronuncian los clubes implicados, LaLiga, la AFE y la RFEF. Los peñistas de Gerona, los que sólo piensan en el fútbol, son más cautos y menos elocuentes. Temen algaradas por esas raíces políticas de un conflicto que enturbia la convivencia y ensucia todo lo que roza. Los Mossos van a vigilar. ¡Glups!
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