César Vidal
No es esto, no es esto...
Siempre me ha gustado conservar a los amigos. Reconozco que esa conducta a veces no ha encontrado una respuesta recíproca, pero me he mantenido fiel a ella sin importarme que fueran socialistas de los de ZP, fanáticos religiosos o funcionarios de Hacienda. La amistad se encuentra, desde mi punto de vista, por encima de esas circunstancias a fin de cuentas mutables y accesorias. Además me permite mantener un contacto de primera magnitud con barrios por los que no suelo pasear. Precisamente hace unos días hablaba con uno de estos viejos conocidos integrado en Podemos desde su fundación. Decir que estaba que bufaba es decir poco. «No es esto», me decía indignado. «Cuando empezamos con la ocupación de la Puerta del Sol buscábamos un cambio real de la sociedad...». «Pero en eso estáis, ¿no?», exclamé sorprendido. «Pues no, no», me respondió gesticulando, «aquí ya hay gente que ha decidido que quiere pisar moqueta y se le han pasado las buenas intenciones para entrar en las mariconadas...». «Hombre...», me atrevo a musitar porque la palabra aparte de ser una grosería resulta políticamente incorrecta. «A ver, ¿tu cómo le llamarías a querer acabar con la monarquía y hacerte una foto con el Rey?», me dice con las venas hinchándosele en el cuello. «Tampoco me parece a mí...», intento argumentar, pero no me deja. «Y eso es lo de menos», prosigue airado, «¿tú te crees que se puede justificar el baboseo con el PSOE?». Guardo silencio mientras mentalmente ruego al Altísimo que no siga con su escalada verbal. «Podemos tiene un sentido si se cambian las cosas de verdad», prosigue ahora con un gesto que rezuma pesadumbre de la misma manera que una esponja empapada rezuma agua. «Si se acaba con la monarquía, si se desaloja a la casta de sus poltronas, si se cambia la Constitución, si se amarra en corto a los bancos, si no hay un desahucio más, pero si, al final, todo se reduce a trapichear con el PSOE para que sigan mandando los de siempre, los que han traicionado a las masas, los que se lo han llevado crudo, pues mira, para eso, para ser como todos, Monedero se podía haber quedado en Venezuela. No es esto, no es esto...». Lo contemplo con pesar, casi me atrevería a decir que con un punto de compasión, mientras recuerdo que cuando Ortega y Gasset comenzó a decir «No es esto, no es esto» iba levantando el acta de defunción de un proyecto político.
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