Ángela Vallvey

No sólo en Italia

En Italia, a lo largo de la historia, la institución que ha logrado unos resultados más eficientes en todos lo sentidos, desde la política a la economía, pasando por el arte, ha sido «la familia». La unidad familiar como estructura básica de organización social suele deparar allí frutos espléndidos. Hay modelos que ilustran esa tendencia en la mafia, los negocios, la Iglesia... Los Médicis son quizás el más brillante ejemplo: unos ricos banqueros florentinos, extraordinariamente sagaces y ambiciosos, que en el siglo XV tomaron el poder en la comuna florentina y la convirtieron en principado –el Gran Ducado de Toscana–, bajo el mando de Cosme I. Con los Médicis empezó un periodo de prosperidad para Florencia que duró siglos y permitió a la ciudad ser centro internacional del Humanismo y el Renacimiento, que ha dejado en ella las huellas de una opulencia y un esplendor artístico inigualables. Las familias florentinas más pujantes, Güelfos o Gibelinos, y más tarde Frescobaldis, Pittis o Médicis, se disputaron la supremacía de la villa, intrigando para asentar sus linajes en el poder y luego dar cuenta de su autoridad levantando sobre la ciudad brillantes construcciones en honor a Dios y, sobre todo, a ellos mismos.Han corrido los siglos, pero las familias con ambición siguen teniendo, como antaño, el mismo impulso de monopolizar el poder. Aquí, la familia Pujol quizás soñó con instituirse como autoridad en Cataluña mientras convertían el noble suelo de su tierra en un principado donde tener ellos mismos el control de la Justicia ante la que deberían rendir cuentas. Aunque, en vez de dejar tras de sí huellas de magnificencia artística, quizás dejen el agrio recuerdo de su 3% y la placa arrancada y pisoteada de una plaza erigida en su (antiguo) honor. Lástima.

Parece que no, pero algo cambian los tiempos.