Cataluña

Notarios y registradores

A CiU las matemáticas le conceden tres muy distintas variantes de noviazgo parlamentario y no hace falta esperar la investidura para perfilar los descartes y de paso constatar el endemoniado panorama político que asoma en Cataluña.

La sociedad con ERC se atisba como la más probable y aquí los Maragall y Montillas pueden dar fe de la voracidad a la hora de copar cotas de poder -empezando por los medios públicos de comunicación- a cargo de los amigos de la «democracia asamblearia». Esquerra, además de no permitir que se guarde el órdago soberanista en el congelador, no dará facilidades para afrontar un necesario programa de ajustes, máxime cuando hay un competidor -léase ICV- que les disputa la merienda del discurso antirecortes.

La sociedad con el PSC se vislumbra como quimérica, no sólo por la debilidad de una formación que pide a gritos un catártico congreso extraordinario, sino por la renqueante posición en Madrid de un Rubalcaba para el que no hay suficientes kilos de aspirinas cuando se nombra el «derecho a decidir».

Finalmente, la sociedad con el PP garantizaría en unas normales condiciones políticas que hoy no se dan, la asunción de medidas valientes contra la crisis. Esta opción ya ha sido descartada por el líder convergente, que aún tapa vergüenzas con la estelada enroscada de cintura para abajo.

De ahí que alguien debiera recordarle a un atribulado president en funciones que plantarse ante un notario es menos rentable que visitar por ejemplo, a un registrador de la propiedad que aguarda en La Moncloa un mínimo gesto para restablecer el necesario entendimiento. Toca pagar nóminas y servicios públicos y eso pasa por dejar de insultar a la inteligencia con la zarandaja de «el Estado nos roba» y pasa también, guste o no, por la ventanilla del señor Montoro.