Luis Alejandre
Obama: gestionar errores
Bien conoce el lector la máxima: «La victoria tiene siempre muchos padres; la derrota es siempre huérfana». Obama acaba de nombrar a su cuarto secretario de Defensa en la persona de Ashton Carter. Algo huele a derrota.
Ciertamente el presidente norteamericano llegó a la Casa Blanca prometiendo terminar dos guerras y saldrá, cuando se celebren las elecciones de 2016, metido en cinco. Heredó de la administración anterior como secretario de Defensa a Robert Gates, un republicano puro; lo relevó por Leon Panetta, un demócrata centrista; probó con Chuck Hagel, un héroe de Vietnam, republicano sólo de nombre, un «rino» (republican in name only) como les llaman allá, senador que había coincidido con Obama respecto a la retirada de Irak. Ahora acaba de apostar por un físico formado en Oxford, reciclado en Yale en Historia Medieval, que había sido segundo de Panetta y del propio Hagel hasta diciembre de 2013, y que incluso había tenido cargos de responsabilidad con Gates. Vamos, un hombre de la casa.
Mejor dicho, «de las casas», porque tendrá que mediar entre el círculo inmediato de Obama en la propia Casa Blanca –con Susan Rice a la cabeza como Consejera de Seguridad Nacional– y la otra casa, el Pentágono, a cuyo frente está el general Martin Dempsey, el hombre que manda a dos millones de funcionarios civiles y militares y que gestiona el 4% del PIB norteamericano y una cuarta parte de su gasto público. Por supuesto, disciplinado con su comandante en jefe, el presidente, siempre mirando con cierto recelo a los uniformados, correspondido por estos con disciplinado silencio.
Sincero, Carter ha reconocido sentirse «como los cristianos en el Coliseo de Roma, expectantes ante la salida de unos leones que te pueden descuartizar, para que el populacho se divierta». Estudió Historia Medieval y no Clásica, pero las referencias son claras: hay peligro en las zonas de operaciones de Afganistán, Pakistán, Siria, Irak, Líbano, Yemen, Somalia, Nigeria, Kenia, Republica Centroafricana, Mali, Libia... como también lo hay en los pasillos de la casa Blanca, en el Senado o en el propio Pentágono, donde le pueden descuartizar, como insinúa.
Significativa ha sido la despedida de Chuck en Kabul, junto al nuevo Presidente Asraf Ghani. Me ha llamado poderosamente la atención la perfecta formación de la guardia que les rindió honores. Es un signo externo pero bien significativo para quienes hemos conocido otras formaciones afganas. El mensaje ha sido claro. No se puede cumplir la retirada de tropas de la coalición en los plazos previstos: Ghani ha sido rotundo en la reciente Conferencia de Londres. Cameron ha respondido, asegurando que no abandonará la base de Camp Bastian en Helmand, vital para el control de los talibanes en la zona. También ha recordado que Inglaterra suma ya 453 muertos en el lejano país asiático. ¡Enorme esfuerzo!
Afganistán recibió en 2013 la cantidad de 6.000 millones de euros en ayuda exterior, las dos terceras partes de su gasto corriente. Ghani , ministro de Finanzas con el relevado presidente Karzai, ofreció a cambio estabilidad y esfuerzo poniendo de ejemplo la integración en su gobierno de Abdulah Abdulah el que fuera su rival en las pasadas elecciones presidenciales.
La «guerra de los plazos» creará siempre situaciones inciertas. Normalmente los políticos acuciados por periodos electorales o condicionamientos económicos o de opinión pública, deciden una fecha de fin de misión, ordenado a los uniformados en nombre de la disciplina «búsquense la vida». Luego pasa lo que pasa y hay que volver como ahora a Irak –ya otra vez 3.000 norteamericanos en su territorio– o permanecer en Afganistán –una orden secreta de Obama autoriza a sus 10.000 hombres a combatir–aun a costa de echarle la culpa –los leones– al secretario de turno. Lo lógico sería preguntar a las gentes de armas: ¿cuándo, con los medios que tienen, estarán en condiciones de reducir esfuerzos?;¿cuándo podemos decir con garantías que dejaremos la misión?;¿qué riesgos pueden aparecer?. Despues de estos análisis es cuando se podrían dar fechas. Sé que grito en el desierto, pero así debería ser.
Un dubitativo Obama deshoja la margarita, pensando que un nuevo secretario de Defensa puede resolver sus problemas antes de 2016. Aún no quiere creer que en tanto no despliegue sobre el terreno tropas de Infantería, los únicos capaces de hacer frente a los asesinos fanáticos del EI son los soldados sirios y los aliados chiíes de Damasco y Bagdad. Es decir –como nos recordaba magistralmente en estas páginas Alfredo Semprún–, «los libaneses de Hizbulá, terroristas para la UE y los propios EE UU, y los guardianes revolucionarios de Irán, país sometido a embargo por sus inclinaciones nucleares, se convierten en vergonzantes, pero objetivos aliados».
Difícil momento para Carter. «Con una rebelión extremista suní extendiéndose por todo el mundo islámico, son los chiíes, más estructurados y jerarquizados, los únicos que pueden llenar el vacío estratégico de dos décadas de incompetencia militar y política de Occidente», termina recordándonos Semprún.
¡Ya tiene suficientes leones en el circo, Ashton Carter!
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