José María Marco
Oposición
Uno de los motivos del PSOE, o de Pedro Sánchez, para desentenderse como lo está haciendo de la formación de cualquier posible nuevo gobierno es que así abandonarían la oposición a Podemos. El recelo se entiende porque no tenemos tradición de grandes acuerdos de gobierno a nivel central, ni el PSOE está acostumbrado a tener competencia seria por su izquierda. La nueva situación requiere, efectivamente, una forma nueva de entender la política en nuestro país.
Ahora bien, eso es lo que han elegido los votantes españoles, al menos lo que se deduce de los resultados de las pasadas elecciones. Además, en vez de verlo sólo como un desastre, tal y como hasta ahora lo han estado viviendo los socialistas, se puede ver como una oportunidad. Que el PP haya hecho suyos, como posible base de negociación, los ocho puntos que el PSOE dio a conocer después de las elecciones de diciembre debería ser un acicate para emprender en serio las conversaciones. Como ha dicho varias veces Mariano Rajoy, es mucho más lo que une que lo que separa y en muchos casos las diferencias son de grado, dirimibles según criterios casi técnicos. El PSOE –igual se puede decir de Ciudadanos– tiene por tanto la oportunidad de hacer realidad parte de su programa, y no una parte irrelevante, dado que el gobierno del PP depende de quienes siguen empeñados en ejercer de simple oposición.
Los socialistas tienen también la oportunidad de empezar a dejar atrás la obsesión maximalista que siempre les ha caracterizado, al menos en la propaganda (y en la gestión durante el desquiciado mandato de Rodríguez Zapatero hasta el vuelco del 12 de mayo de 2010, cuando el gobierno aterrizó de golpe en la realidad). Se puede ser socialista, se puede ejercer de oposición, y pensar en España en términos constitucionales y democráticos, y estar a favor de la economía de mercado, de la racionalización del gasto público, de la libertad de enseñanza. Un PSOE moderno, en dos palabras, libre al fin de Pablo Iglesias. Imaginar la oposición en términos maximalistas es, en realidad, darle la razón a Podemos y mostrar que aquello que más temen los socialistas es a ellos mismos, o a sus propios fantasmas. No hay mejor forma de ceder para siempre el terreno perdido en la «izquierda». En contra de lo que parece pensar Sánchez, el discurso radical tiene un curso limitado en nuestro país.
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